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Bienvenido a QUMRÁN‚Si a un servidor se le da responsabilidad sobre otra gente y muere habiéndolos traicionado, Dios le prohibirá el Paraíso‛ (Muslim). " ‚Quien mate a un creyente intencionadamente será castigado con el Infierno eterno. Incurrirá en la ira de Dios, lo maldecirá y le tendrá reservado un castigo terrible‛ (Corán 4:93) There will be no world-wide peace without peace between the religions, will be no peace between the religions "Καλωσορίστε σε QUMRÁN....¡. Somos una fuente de información con formato y estilo diferente‚Ciertamente, el màs amado para Dios y el màs cercano a Él en el Día de la Retribución, será el gobernante justo. Y ciertamente la persona más detestable en el Día de la Resurrección y el que recibirá el castigo más severo, será el tirano‛ (at-Tirmidhi)Es evidente que, impresionantes números de personas mueren repetidamente cuando depositan su confianza en mentiras y mentirosos. Y casi siempre los mentirosos en el poder se encuentran en situaciones difíciles como consecuencia de su gran caso omiso de los hechos,Laura Knight-Jadczyk .

sábado, febrero 23, 2008

El Corán viene de Allah y habla de Él

http://www.webislam.com/?idc=171
Autor: Abderrahmán Habsawi

El Corán viene de Allah y habla de Él, de lo Verdadero, de al‑Haqq, la Verdad, el Realizador: Allah es lo que confiere realidad y hechura a las cosas. Allah es la Verdad en la que estarnos insertos, es la Realidad, lo dado de hecho, y no un añadido a la existencia, de la que es su estructura indefinible, su intimidad más recóndita, su secreto más profundo, sin ser jamás algo. No se trata de que exista o no exista en los términos en que utilizamos estas palabras en la cultura occidental, sino que es contundente en su inasibilidad. Él es el impacto que recibimos en cada momento y nos hace vivir o morir, ininteligible en sí, desafiante, polarizador: ése es su Ser. Así decimos que transciende cualquiera de nuestras consideraciones o valores. El Corán enseña que lo Verdadero es invisible porque miramos con ojos falsos y vemos imágenes falsas. No captamos lo esencial: el universo del hombre es un mundo estrecho de ídolos forjados por su imaginación. Damos importancia a fantasmas, y no a lo Eficaz y Relevante. Nuestros miedos y esperanzas son mediocres porque las invenciones, las aspiraciones, las propuestas, que nacen de nosotros, son mediocres. Allah está remotamente lejos. Pero en realidad, Él está en lo más inmediato: nos fundamenta en cada instante, nos obliga a ser a pesar de nuestra inanidad. Para descubrirlo es necesaria una transformación que haga verdaderos nuestros ojos y podamos con ellos identificar lo Auténtico. El Corán enseña a recorrer ese camino, y lo hace hablando a lo más profundo e insaciable que hay en cada ser. Su lenguaje va dirigido a esa facultad infinita del ser humano capaz de trascender todas las cosas, de ir más allá de sí mismo y superar límites. Y por ello, el Corán nos resultará extraño o chocante. Estamos acostumbrados a nuestro mundo, a una determinada cronología, a una geografía, a una estructura ordenada y lineal de las cosas, y por eso el Corán parece caótico. Pero es a base de sensaciones y alusiones desconcertantes con lo que quiebra nuestra atención y la sumerge en el universo inasible de Allah­ Uno donde nuestras imaginaciones se disuelven en lo infinito de la Verdad en la que existimos y entonces esa atención se convierte en pura receptividad. Algo que debemos olvidar a la hora de abordar el Corán es la idea que tenemos de Dios. Ciertamente, el Corán enseña que Allah es Creador de los cielos y de la tierra, el Uno que todo lo rige, pero lo es en tanto que es al‑Haqq. La imagen que tenemos de Dios, que consiste en la confluencia de un número de ideales y ensoñaciones confusas, no es compatible con la radicalidad de Allah. Allah está más allá de todo planteamiento, y previo y posterior a cualquier consideración. Es la Verdad estructuradora de la realidad con la que se vincula esencialmente en el seno de una relación intangible. Decimos que es intangible porque nuestros dioses nos impiden percibirla. El musulmán sabe de Allah que no puede desligarse de Él: se lo propone como meta para desapegarse de sus limitaciones y ensancharse en lo que carece de fronteras, estrechando precisamente su dependencia de Allah‑Inmenso. Mantiene con Él una relación dialéctica que implica a los dos en un mutuo acercamiento que reconduce al ser humano a lo que hay de abismal en él mismo.

Problemas dados por la visión: Arabismo y posmodernidad "frente al Islam"

Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Verde Islam 1
Arabismo y posmodernidad
En fecha tan temprana como el año de 1927, el viajero catalán José Bertrán Güell, en un texto a medias entre el ensayo filosófico y el libro de viaje, justificaba su periplo por tierras de Egipto y Palestina "...como una búsqueda de la identidad europea por oposición a lo que no lo es". En su libro "Del Oriente que vive o murió" dice textualmente: "Veré algo del mundo musulmán, y el conocer lo que no somos, completará el conocimiento de los valores de nuestra civilización occidental".
Esta definición por contraste, ha sido una constante en toda la historia intelectual europea. A lo largo de siglos, Europa ha ido constituyendo su identidad sobre todo "frente al Islam". Cuando en la Época Romántica, Lord Byron trata de hundir las raíces culturales occidentales en la Antigüedad Clásica, olvida de forma incomprensible las fuentes orientales de la cultura griega y su transmisión por la vía de la intelectualidad musulmana durante toda la Edad Media.
La decadencia y derrota militar del Imperio Otomano redujo el ámbito unitario multicultural y multirracial propio del modelo sociopolítico islámico a un conjunto de naciones separadas cuyos habitantes, aunque en su mayoría seguían siendo musulmanes, comenzaban a vivir en el marco de unos nuevos Estados que no estaban basados ya en la Ley Islámica (Sharí´a). Desapareció el soporte sociopolítico que hacía posible el intercambio y la comunicación entre las diversas culturas que habían abrazado el Islam.
La superioridad económica y militar del Occidente durante el último siglo, ha dibujado un panorama de vencedores y vencidos que llega hasta la Posmodernidad, término relativamente enigmático que trata de referirse al momento en el que, sobre todo en Europa y Estados Unidos, se agota la fe en el Progreso, en la capacidad de las máquinas para realizar los ideales ilustrados y en general, en cualquier sistema ideológico o doctrinal unitario. Aparece en el horizonte civilizado, la idea de que la realidad es, ante todo, fragmentación: la Filosofía atiende a cuestiones tales como la de Caos, Incertidumbre, etc.
Anteriormente a esta época de crisis, Europa había vivido, casi desde el tiempo de las Cruzadas y sobre todo desde la Ilustración, con la creencia de ser la Civilización, frente al resto del mundo al que consideraba objeto de su proceso civilizador.
El aparente triunfo del paradigma ilustrado, dio lugar a un número importante de países en vías de desarrollo, léase de civilización. Pueblos que, hasta nuestro siglo, habían mantenido, con mejor o peor fortuna, una forma de vida acorde a sus creencias y valores, comenzaron a beber de la doctrina del vencedor, a imitar sus formas de vestir y de comportarse, a hablar en su lengua y a compartir su visión del mundo. La magia industrial y tecnológica hizo un indiscutible y eficaz proselitismo. Máquinas deslumbrantes prometían al humano la liberación del sudor que había brotado secularmente de su frente.
Tras la Época Colonial pura y dura, comienza en el Norte de África y Oriente Medio el tiempo de los movimientos de liberación nacionales que, en apariencia, tratan de sacudirse el yugo del ocupante extranjero. Momento de redefinición de identidades, de establecimiento y consolidación de fronteras y modelos de Estado calcados de los que por entonces existían y aún existen en Europa. Y es ahí donde comienza a producirse la herida que hoy vemos sangrar en la prensa y en los informativos, mañana y tarde. Se aboceta entonces la idea de Nación Árabe, comunidad étnica y geográfica arropada en su definición por valores de tipo cultural y también religiosos. Pero esta idea del arabismo, estoy recordando a Kamal Abdul Nasser, proponía un modelo estatal laico y nacional con la consiguiente separación de poderes, fórmula asumida en otros países del área: Siria, Irak, Argelia... Dicho modelo a la europea garantizaba un código civil sincrético en el que se mezclaron el Derecho Romano, el Código Napoleónico y aquellos mandatos de la Sharí´a que no entraban en demasiada contradicción con aquellos. Estos movimientos modernos, no consiguieron en ningún caso mejorar las condiciones de vida de los ya ciudadanos de estas naciones y sí en cambio abrieron la puerta por la que se introdujeron males que hasta ese momento apenas existían: alcoholismo, prostitución, indigencia, desamparo social, usura... y así llegamos a la situación presente, dolorosamente reivindicativa.
Podríamos preguntarnos las razones profundas del fracaso de ese proyecto que se llamó Nación Árabe. ¿Por qué si lo que se pretendía conseguir era una sociedad y una vida mejores y se contaba con el beneplácito y apoyo de los vencedores no llegó a buen puerto la experiencia?
Deberíamos disponer de una cierta dosis de humildad intelectual al tratar de responder a una cuestión de tan enorme complejidad, intentar comprobar si las premisas han sido las correctas. Habría que revisar esa especie de seguridad ontológica que proclama el modelo de vida del vencedor como superior al del vencido. Esa constante a lo largo de la Historia ha producido no pocos desastres. En el caso que nos ocupa podemos advertir los resultados que hoy tan a la vista están
El primer error de bulto fue considerar que la vía del nacionalismo era un camino hacia la Modernidad, cuando todos sabemos que en la mayoría de los casos, la estructura y muchas de las reivindicaciones nacionalistas chocan de frente con la idea del internacionalismo. Craso error el de fundamentar la identidad de un pueblo sobre parámetros de raza o geografía.
En ese sentido, el modelo y concepción islámica de la sociedad que existía en estos pueblos anteriormente al dominio colonial, era muy superior al que se les propuso en la derrota. En el modelo islámico, por encima de razas, montañas y ríos, está la Umma, la Comunidad de Creyentes, que son de hecho blancos, negros, amarillos o del color que Dios les haya creado. En esa misma tradición islámica, se considera que es árabe quien habla árabe y no quien tenga el pelo negro o haya nacido en Alejandría. Con la humildad que reclamábamos más arriba hemos de admitir que este modelo es bastante más avanzado y moderno, que el fracasado proyecto de la Nación Árabe.
Una de las características que se han señalado como inherentes a la sociedad posmoderna es la fragmentariedad, la falta de un criterio unificado en las ideas o en los proyectos. En ese sentido podemos fácilmente deducir las correspondencias en el terreno político y cultural: divisiones, enfrentamientos, localismos: toda una feria museística en la que se dan cita fragmentos de sociedades, tribus y razas. Caldo de cultivo de los nacionalismos, la edad posmoderna nos ilustra con un repertorio multicultural que más que ser motivo de encuentro y convivencia, lo es de autodefinición y regreso.
El segundo gran error fue considerar que el mundo musulmán iba a sufrir un aggiornamiento parecido al que padeció el Cristianismo, haciendo posible la dominación de las conciencias de los musulmanes. Esta idea, nacida a todas luces de la ignorancia, daba por supuesto que los musulmanes se irían adaptando a aquellas realidades que chocan con su más profunda creencia. En parte ha sido así, pero la brecha entre ambas propuestas es demasiado ancha, y el abismo profundo.
Como sabemos, el Corán prohibe taxativamente al ser humano, el alcohol, el juego, la prostitución y la usura, todos ellos pilares omnipresentes del modelo cultural occidental. Así pues, no estamos hablando de pequeñas diferencias, sino de diferencias de raíz, estructurales.
Las clases dirigente e ilustrada de estos países, no cuestionaron el modelo que Europa les ofrecía sino que lo alentaron, sirviendo con ello a los intereses del neocolonialismo y recibiendo del capital la merecida recompensa. No así los pueblos, que vieron cómo se iban empobreciendo, aculturizándose y padeciendo de forma creciente las lacras inevitables en el camino hacia la deseada Modernidad. Si ésta ha dejado en el Norte una estela de degradación medioambiental y moral, en los países del Sur, en el Tercer Mundo talado y expoliado, ha colocado un pestilente vertedero: imágenes indescriptibles de niños hambrientos que alimentan el morbo de estúpidos televidentes coincidiendo con un horario sabroso de desayuno, almuerzo y cena. Seres comidos de parásitos junto al brillo acerado del gaseoducto.
Ante una situación así, como casi siempre ocurre, el mundo civilizado, en lugar de atender al grito desgarrado de estos pueblos, usa sus armas y su propaganda para silenciar a quienes no comparten su modelo ni sus procedimientos.
La crisis que hoy afecta a los países de mayoría musulmana es inseparable de la crisis que atenaza a sus tutores. Cuando en Europa surge la pregunta : "¿Qué viene después de la Modernidad?", en Oriente Medio y el Magreb resuena su réplica: "¿Qué viene después del Proyecto Panárabe?"
Posmodernidad / Posarabismo
Después de la Modernidad, Europa y por extensión todo el bloque civilizador, vive hoy la necesidad de replantear todo un modelo cultural y un ideario que colocan al ser humano de cara al abismo existencial y a la destrucción moral y ecológica. Necesidad de redefinir la relación Hombre/Naturaleza, mirando atentamente hacia otras tradiciones y culturas que tanto le pueden enseñar sobre cuestiones que el europeo desconoce por completo. Tal vez sea la ocasión histórica de acabar con un narcisismo secular y alcanzar un primer estadio de madurez que no necesite de alteridades para construir su identidad cultural e histórica. Tal vez también debiera ser el tiempo de la sabia aplicación de las tecnologías y los recursos de forma solidaria, entendiéndose –hay más que claras señales– que el ámbito existencial y el hábitat humanos se han visto reducidos a causa de los medios de transporte y de comunicación. (Lo que ocurre al vecino ya me afecta a mí, aunque el vecino viva en las antípodas).
Después del Arabismo, los pueblos de mayoría musulmana expresan la necesidad de volver a su más culta y civilizada tradición, que es el Islam, para afrontar los tremendos retos que plantea nuestro tiempo, armados de referencias, conceptos y actitudes que sorprenderían al occidental que se parase a escucharlos libre de prejuicios. Es el Islam la forma que garantiza la evolución de estas sociedades, el modelo que les asegura su progreso. Ello es así porque el Islam es un paradigma que concilia la universalidad (Umma) con la familia o con la tribu, sin que sean realidades excluyentes. Esa es quizás una de las razones que hacen que en el terreno de las artes, a pesar de las evidentes diferencias estilísticas entre la arquitectura islámica de la India y Marruecos, podamos encontrar un punto misterioso y común, que hace que ambas sean reconocidas como islámicas aunque los historiadores del arte occidentales no sepan decir bien por qué.
Reflexionando sobre el callejón sin salida a que se enfrenta la Humanidad, el actual vicepresidente de los Estados Unidos Al Gore, nada sospechoso de proislamismo dice textualmente en su libro La tierra en juego: "... los conceptos centrales del Islamismo expuestos en el Corán –Tawhid (Unidad), Jalifa (Administración) y Ajrah (Responsabilidad)– son también los pilares de la ética medioambiental islámica". A continuación cita el episodio del primer califa, Abu Bakr, cuando ordenó a sus tropas: "No cortéis un solo árbol, no hagáis daño a los animales y sed siempre atentos y humanos con la creación de Dios, incluso con vuestros enemigos".
Ante semejante definición del papel del ser humano con respecto a la Naturaleza y a la Creación, no podemos menos que admitir la superioridad y vigencia de éstos planteamientos en relación con un modelo cultural que ha hecho del dominio y conquista de la Naturaleza, obligado estandarte en su marcha hacia un progreso que parece hoy tener visos de ser inenarrable regresión. Hechos, ideas y actitudes como éstas, tal vez puedan ayudarnos a entender por qué millones de seres humanos de la Orilla Sur quieren hoy vivir y regirse según formas y creencias que les son propias, a comprender el por qué de esa necesidad tan imperiosa de reencontrarse que tienen estos pueblos.
No puede ser lo mismo el proceso histórico de unas sociedades que caminan desde la estructura tribal y nacional hacia la aldea global, que otro que viene de una concepción universalista y se ve reducido al guetto de las fronteras interiores. En tiempos del Califato, era posible viajar desde Pakistán a Marruecos sin necesidad de transitar aduanas ni pagar aranceles.
Por contra, la dificultad que hoy vive Europa en su intento por lograr una unión que, en principio, debiera ser económica, hace aguas en lo que se refiere a la cultura, puesto que en su territorio conviven pueblos muy diversos e historias a menudo contrapuestas. Eso que, por sí solo, no debiera ser el obstáculo, se convierte en barrera infranqueable cuando lo que se proponen son modos distintos de concebir la existencia, y lo que se expresa son sensibilidades e intereses encontrados. (De la idea de las dos Españas hemos pasado últimamente a la idea de las dos Europas).
Difícil tarea la de comprender al otro, a ese enemigo íntimo que nos construye y cuya existencia necesitamos para constituir nuestra identidad. Triste la existencia de aquella cultura que necesita de alteridades para afirmarse en medio de lucha y de contraste, pobre el hombre que para vivir su experiencia intelectual o espiritual necesita ir en contra de su naturaleza.

Acerca de la Imitación de los Musulmanes al Occidente


www.fortunecity.es/sopa/pulgas/22/el_pueblo.htm
Autor: Muhámmad Asad - Fuente: Verde Islam 4

Acerca de la Imitación
La imitación que los musulmanes hacen --individual y socialmente-- de la forma de vida occidental es sin duda el mayor peligro para la existencia o, mejor dicho, para el resurgimiento de la civilización islámica. El origen de esta enfermedad cultural --ya que no puede llamarse de otro modo-- se remonta a varias décadas y está conectada a la desesperación de los musulmanes, que veían el poder y el progreso material de Occidente y lo comparaban con el estado deplorable de su sociedad. La ignorancia de los musulmanes acerca de las verdaderas enseñanzas de Islam, debida en gran medida a la estrechez de miras de los llamados ‘ulama, dio paso a la idea de que los musulmanes no serían capaces de situarse en el nivel de progreso del resto del mundo, si no adoptaban las normas sociales y económicas de Occidente.
El mundo musulmán estaba estancado, y muchos musulmanes llegaron a la conclusión superficial de que el modelo socioeconómico islámico no era compatible con las necesidades del progreso y que, por ello, debía ser modificado de acuerdo con el modelo occidental. Esos “ilustrados” no se preocuparon de investigar en qué medida el Islam, como enseñanza, era responsable de la decadencia de los musulmanes; no se pararon a considerar la verdadera ideología del Islam, sino que simplemente señalaron, y con justicia, que las enseñanzas de sus teólogos contemporáneos eran en su mayoría un obstáculo al progreso y al avance tecnológico. Pero en lugar de fijar su atención en las fuentes originales —el Corán y la Sunnah— identificaron a la Ley Islámica --Shari’ah-- con la jurisprudencia --fiqh-- petrificada de nuestros días, en la que encontraron serias deficiencias en muchos aspectos y, en consecuencia, perdieron todo interés en la Shari’ah como tal, relegándola al dominio de la historia y del conocimiento puramente teórico contenido en los libros. Por estas razones, la imitación de la civilización occidental les pareció el único modo de salir de la ciénaga de decadencia y degeneración que era el mundo musulmán. Los esfuerzos bienintencionados, aunque desviados, de estos musulmanes “ilustrados” se vieron asistidos durante las dos primeras décadas de este siglo por una avalancha de escritos apologéticos de segundo orden que, si bien no rechazaban abiertamente las enseñanzas prácticas de Islam, trataban de mostrar que era posible subordinar su ideología a las concepciones sociales y económicas del mundo occidental. La imitación de la civilización occidental por parte de los musulmanes quedó así aparentemente justificada y se preparó el camino a esa renuncia gradual de los más elementales principios sociales de Islam --siempre bajo el disfraz de un “progreso islámico”-- que caracteriza hoy la evolución de algunos de los más avanzados países de mayoría musulmana.
Es inútil argumentar, como hacen muchos de los intelectuales musulmanes, que no tiene importancia espiritual el que vivamos de ésta o aquella manera, ni que vistamos ropas occidentales o las que llevaban nuestros antepasados, ni si somos o no conservadores en nuestras costumbres. Este tipo de razonamiento es muy engañoso. Desde luego que el Islam no es estrecho de miras. El Islam permite al hombre una amplia gama de posibilidades siempre que no actúe en contraposición a los mandatos religiosos. Pero aparte del hecho de que mucho de lo que es parte esencial del modelo social occidental --como, por ejemplo, la relación libre y sin restricciones entre los sexos o el interés sobre el capital como base de la actividad económica-- es contrario sin lugar a dudas a las enseñanzas del Islam, el carácter innato de la civilización occidental imposibilita totalmente una orientación religiosa en el hombre. Y sólo alguien muy superficial puede creer que es posible imitar a una civilización en su apariencia externa sin verse al mismo tiempo afectado por su espíritu. Una civilización no es una forma vacía sino un organismo vivo. Tan pronto como empecemos a adoptar las formas externas de ese organismo, sus corrientes internas y sus influencias dinámicas empezarán a actuar sobre nosotros y moldearán lentamente, de forma imperceptible, todas nuestras actitudes mentales.
Con una comprensión perfecta de esta verdad, el Profeta dijo:
“Quien imita a otra gente se vuelve uno de ellos.”
(Hadiz. Musnad Ibn Hanbal, Sunan Abi Da’ud.)

Este famoso hadiz no es sólo un aviso moral sino también la formulación objetiva de un hecho, en este caso, del hecho de la inevitabilidad de que los musulmanes sean asimilados por cualquier civilización no musulmana si imitan sus formas externas. Respecto a esto, es casi imposible discernir diferencias fundamentales entre aspectos “importantes” y “no tan importantes” de la vida social. Nada carece de importancia en este contexto. No puede haber mayor error que el de considerar que la vestimenta, por ejemplo, es algo puramente “externo” y que, por lo tanto, es indiferente a la personalidad intelectual y espiritual del hombre. La vestimenta es, en general, el resultado del desarrollo secular de las necesidades y gustos de un pueblo. Su forma particular corresponde a las concepciones estéticas de ese pueblo, y por tanto a sus inclinaciones. Ha sido modelada, y es remodelada continuamente, cambiando de acuerdo a la idiosincracia de esa comunidad. La moda occidental actual, por ejemplo, se ajusta exactamente al carácter intelectual y moral del Occidente moderno, y cuando un musulmán adopta tal vestimenta desechando la propia, está adaptando inconscientemente sus gustos a los de Occidente, deformando su propia personalidad intelectual y moral de tal forma que ésta llega a “ajustarse” a la nueva vestimenta. Y al hacer esto renuncia a gran parte de las posibilidades culturales de su propio pueblo, renuncia a sus gustos tradicionales, a sus valores estéticos y a sus preferencias; acepta la librea de la servidumbre intelectual y moral hacia una civilización extraña. En otras palabras, si un musulmán imita la vestimenta, los modales y la forma de vida de Occidente, está declarando su preferencia por su civilización, sin importar ya cuales sean sus afiliaciones ideológicas. Es prácticamente imposible imitar a una civilización extraña sin sentir aprecio por su espíritu. Y es asimismo imposible sentir aprecio por el espíritu de una civilización que es opuesta a una concepción religiosa de la vida, y seguir siendo un buen musulmán.
La tendencia a imitar a una civilización extraña es siempre producto de un sentimiento de inferioridad. Esto, y solo esto, es lo que les ocurre a los musulmanes que imitan a la civilización occidental. Cuando comparan su poder, su pericia técnica y su apariencia brillante con la triste miseria del mundo de Islam, empiezan a creer que en este tiempo la única forma de hacer las cosas es la occidental. Está de moda echar la culpa al Islam de nuestras propias deficiencias. En el mejor de los casos, nuestros llamados intelectuales adoptan una actitud apologética y tratan de convencerse a sí mismos y a los demás de que el Islam es compatible con la adopción de los valores occidentales. Lo primero que los musulmanes deben hacer para lograr la regeneración de mundo del Islam, aún antes de adoptar medidas de reforma, es liberarse totalmente del espíritu de apología hacia su religión y su estructura social. El musulmán debe vivir con su cabeza bien alta. Debe reconocer que es distinto del resto del mundo, y debe aprender a sentirse orgulloso de ser diferente. Debe intentar conservar esta diferencia como algo precioso, anunciarla abiertamente al mundo en lugar de disculparse por ello y tratar de fundirse con otros círculos culturales. Esto no quiere decir que los musulmanes deban hacerse sordos a las voces del exterior. Uno puede siempre recibir influencias nuevas y positivas de una civilización extranjera sin tener que abandonar la propia. Un ejemplo de este tipo es el Renacimiento europeo. Ahí hemos visto con que libertad aceptó Europa las influencias árabes en el material de estudio y el método de conocimiento. Pero nunca imitó ni la apariencia externa ni el espíritu de la cultura árabe, ni nunca sacrificó su propia independencia intelectual y estética, sino que utilizó las influencias árabes como abono sobre su propio suelo, de la misma forma en que los árabes usaron en su momento las influencias helenísticas. En ambos casos, el resultado fue un enriquecimiento espiritual: el nacimiento de una civilización original fuerte, llena de orgullo y confianza en sí misma. Ninguna civilización puede prosperar, ni siquiera existir, una vez perdido este orgullo y la conexión con su pasado.

Cortando gradualmente los lazos que lo unen a su pasado
Sin embargo, el mundo del Islam, con su creciente tendencia a imitar a Occidente asimilando sus ideas e ideales, está cortando gradualmente los lazos que lo unen a su pasado, perdiéndose en este proceso, no solo sus raíces culturales, sino también las espirituales. Se asemeja a un árbol que se mantenía fuerte mientras sus raíces se arraigaban firmemente en el suelo. Pero el torrente de la civilización occidental erosionó la tierra dejando las raíces al aire, y ahora el árbol se va muriendo lentamente por desnutrición. Caen sus hojas y sus ramas se secan, corriendo peligro de derrumbarse.
La imitación de la civilización occidental no puede ser el método adecuado para despertar al mundo islámico del estupor mental y social causado por la degeneración de la práctica religiosa en una simple costumbre desprovista de vitalidad y de fuerza moral. ¿Dónde, pues, deberían buscar los musulmanes esa fuente de vigor espiritual e intelectual que tanto necesitan en estos momentos? La respuesta es tan sencilla como la pregunta. El Islam, como ya he señalado muchas veces, no es sólo una “creencia del corazón” sino también un programa claramente definido, aplicable a la vida individual y social. Este programa puede verse destruido al ser asimilado por una cultura extraña cuyas bases morales sean esencialmente diferentes. Igualmente, puede ser regenerado tan pronto como se lo devuelva a su propia realidad, dándole el carácter de factor determinante y conformante de nuestra existencia personal y social en todos sus aspectos. El Islam no puede permitirse seguir siendo una forma vacía, sometida al choque de nuevas ideas y de corrientes conflictivas, tan características del período que estamos viviendo. Su sueño mágico de siglos se ha roto; tiene ahora que levantarse o morir. El problema que confronta hoy a los musulmanes es el problema del viajero que llega a una encrucijada. Puede quedarse donde está, pero esto supondría morirse de inanición. Puede elegir el camino marcado con la señal: ”Hacia la Civilización Occidental”, pero entonces tendría que despedirse para siempre de su pasado. O puede elegir el otro camino, al que apunta la señal con la inscripción: “Hacia la Realidad de Islam”. Este camino es el único que puede atraer a aquellos que creen en su pasado y en la posibilidad de que se transforme en un futuro vivo.

Notas:
1. En lo que respecta a la permisividad y promiscuidad sexuales que se han extendido por la sociedad occidental en el curso de las ultimas décadas, la posición ética del Islam es obvia y no precisa más comentario. En cuanto a la institución de la tasa de interés (riba’) como parte fundamental de la actividad económica moderna, hay que destacar que en los últimos años la comunidad musulmana ha hecho grandes progresos hacia la creación de un sistema bancario libre de interés y, en consecuencia, de un sistema económico que se corresponda con las demandas de la shari’ah.
2. En este contexto, también, el lector deberá tener en cuenta que este artículo fue escrito hace cinco décadas. En aquel tiempo era aún posible que la comunidad musulmana preservara, por dignidad cultural, aquellos elementos de su vestimenta y de su apariencia externa en general que contribuyen a hacerla visualmente diferente de la sociedad occidental. Sin embargo, en el período transcurrido desde entonces, el mundo musulmán ha absorbido gran cantidad de influencias estéticas de Occidente, y muchos musulmanes, especialmente en las clases educadas, han alcanzado un punto del que no pueden ya retroceder. Para ellos, intentar volver al estilo de vestimenta y de apariencia externa de las generaciones pasadas no representaría hoy más que otro acto de imitación estéril y carente de dignidad: es decir, la imitación de un pasado muerto e irrepetible.

¿Puedén hablar los Musulmanes de "Pecado"?


En el Islam no puede existir nunca la noción cristiana de "pecado": un musulmán no puede imaginar que el ser humano sea capaz de ofender a Dios. En reiteradas ocasiones en el Corán se habla de que "A Allâh nada le hacéis con vuestros dunub, sólo os dañais a vosotros mismos" (Suras 2 y 7, por ejemplo). Ese "dios" capaz de ser "zaherido, ofendido, entristecido" por nuestros pecados sólo inspira compasión al musulmán; es -en el sentido literal y en el figurado- un dios patético. Si -al traducir- hablamos los musulmanes de "pecados" estamos poniendo en juego todo un mundo de significados asociados que traicionan el sentir islámico de lo que son los dunub. Los dunub no son algo que "hagan daño" a Allâh, como no son algo que "manche" interiormente al hombre, ni que haga preciso esa especie de catarsis liberadora que es una confesión de los pecados, cuya consecuencia es la penitencia, la cual fácilmente deviene en mortificación del propio cuerpo, etc, etc... Esto es Cristianismo, no Islam. Aún recordamos aquello de "cada vez que pecamos es una espina que clavamos en la corona de espinas de Cristo", o -más tremendo- "vuelves a crucificar a Cristo", etc... Para nosotros -los que hemos aceptado el Islam- se acabó el culto de muerte que ha venido a traer la Iglesia Católica, se acabó el que nadie -nunca más- tenga que volver a "imitar los padecimientos de Cristo", como se acabó el sentimiento de ser culpable de que -nada menos que- Dios haya tenido que venir a morir por ninguna clase de acto nefasto que podamos cometer. El Islam trae un respiro a esta tierra tradicionalmente cristiana, bañada en el sufrimiento de los que han aceptado una fe en cosas incomprensibles sólo porque esperaban de ella obtener paz espiritual. Nosotros sabemos que al Rahman le gusta derramar su Generosidad sobre nosotros, que si damos un paso hacia Él Él da dos hacia nuestro encuentro, y -sobre todo- sabemos que no hay hombres que no cometan errores. Dice el hadiz: "Todos los descendientes de Adán cometen errores...", porque está en su condición de criatura el que el hombre no tenga una comprensión total de las cosas; precisamente es criatura por eso. El danb es el resultado de su limitación, pero los musulmanes sabemos que lo mismo que lo limita lo posibilita. Así que la relación entre realizar un dand y ser criatura es como la de "quemar" y "ser fuego". La naturalidad con la que los musulmanes hablan de los dunub es un escándalo para los cristianos. La cuestión no es diferenciar si los "dunub" son exactamente lo que los cristianos llaman "pecados". (Hay ciertas diferencias, por ejemplo, en el Islam el sexo es una de las bendiciones de la existencia, y -por contra- algo inocuo entre los cristianos como la suciedad física es motivo de sufrimiento tras la muerte para los musulmanes (según el hadiz)). Pero, en general, hablamos de las mismas cosas (robo, traición, engaño, asesinato...); la cuestión es que a la hora de traducir el término al castellano hay que ser fiel a las implicaciones religiosas de uno y otro. Nada hay en común entre lo que enseña el Cristianismo respecto del "pecado" y lo que enseña el Islam en relación al danb. Lo que se nos ha revelado a los musulmanes como danb es la enorme trascendencia de constatar que el ser humano es capaz de dañarse a sí mismo, de ser injusto consigo mismo, de ser un dálim náfsah, alguien que impide a su propia existencia la plenitud del que se acerca a Allâh, alguien que oscurece la luz de su existencia primordial. El Islam enseña que la obra más insignificante de cada hombre tiene una dimensión y un alcance que se le escapa: el más vulgar de sus actos, el más breve de sus movimientos lo marca porque no sólo se realiza en el ámbito de lo que el individuo controla sino que tienen su propia justicia, su propio sentido y su propio "modo de estar" en el mundo. En cada gesto del ser humano hay algo que es eterno y tiene su fruto en la eternidad del Uno, la realización de su verdad en Allâh. Esa naturaleza de la acción es el secreto de la soberanía de cada hombre. Lo contrario del danb es la hásana o acto que embellece al ser humano y lo hace progresar hacia Allâh Uno. Los dunub son todas las acciones o movimientos con los que el hombre traiciona la autenticidad del Universo, atenta contra la Verdad de las cosas (puesto que el Corán nos enseña que la Verdad es la esencia de todo cuanto es). Los dunub son como una pretensión de salida fuera de lo Real, son como tratar de añadir algo innecesario a la existencia. El danb progresa aislando al ser humano, encerrándolo en un círculo vicioso que no le permite aprovechar la Rahma de Allâh. El danb es el resultado de la ignorancia por la que el hombre ha tomado por real lo que no lo era, y por ello buscando su felicidad se ha producido su daño. El "pecado" cristiano es un acto por el que nuestra "naturaleza caída" se regodea en su tendencia al Mal, y además lo hacemos con toda la contumacia que nos da el ser absolutamente libres; es el resultado de la guerra interior de un hombre dividido entre "lo que quiere y no debe" y lo que "debe y no quiere": alma contra cuerpo, razón contra instinto, "hombre nuevo" contra "hombre viejo" (de que hablaba Pablo de Tarso)... El danb en el Islam es el resultado de la comprensión torpe de la criatura que jamás actúa sino por su beneficio pero que precisamente por ser criatura -es decir, limitada- se equivoca. Es un error que se rectifica como rectifica el caminante cuando se da cuenta de que el camino que ha elegido no le lleva a donde quiere. No hay lucha interior. No hay "catarsis". No hay desprecio de la propia naturaleza. Un wudu, lavarse con agua, y volver a ese Señor del que nunca nos hemos estado distantes. Nuestra naturaleza no tiene por tendencia el Mal, sino el Bien; ella siempre -y sólo- busca el Bien. A veces nos equivocamos, porque si bien nuestra naturaleza de criaturas es buena en tanto que naturaleza y tiende a la felicidad, no es absolutamente sabia pues ninguna de las criaturas lo es absolutamente, excepto en lo que participe de la Sabiduría de Allâh. No podemos achacar a nuestra naturaleza el que nosotros no siempre sepamos qué nos conviene, y mucho menos debemos de castigarla, distorsionando lo que nos queda de comunicación con nuestro Creador. Porque nuestro Creador no tiene otro modo de comunicarse que nuestro ser, nuestro ser que no conoce divisiones interiores: un cuerpo maltratado distorsiona la imagen de su Creador y nos lleva a un completo extravío. Así pues, dado que nuestros dunub no son la consecuencia de un contumaz encenagamiento en el fango de la maldad, sino el efecto de un error, de un desatino, no tenemos que ensañarnos contra nuestra alma ni contra nuestro cuerpo. Tan sólo aprender del error, que es ése -nuestro aprendizaje- su única razón de ser. Si el danb no es "pecado", tampoco encontramos en el Islam su corolario lógico: el sentido de culpa. El drama cristiano de la pasión y la redención no es, para el musulmán, otra cosa que el fruto de un extraño desequilibrio del morbo humano. Allâh está por encima de cualquiera de estas consideraciones: su amor a lo que ha creado, a lo que ha surgido a partir de su Acto, no se traduce en la puesta en escena de una tragedia, ni el amor que el hombre siente hacia Él nace de la pena sino de la contemplación de su Belleza manifiesta en toda obra. Es significativo que -después de que el término ha llegado históricamente al culmen de su eficacia en el control de las conciencias- la teología cristiana actual en sus propios textos haya dejado de hablar de "pecados", ahora se habla de "ofensas" (término con menos carga de negatividad), mientras no se cuestiona la traducción de danb como "pecado" en una metafísica como la islámica en la que es una realidad verdaderamente extraña. En resumen, a nuestro criterio, el término "pecado" es una trampa mortal que los cristianos han dejado en el castellano para uso exclusivo de los musulmanes.

Las Nueve Ideas Falsas sobre el Islam

Falsas ideas sobre el Islam
Idea falsa número 1: los musulmanes adoramos a un Dios diferente
Primero de todo, hay sólo un Dios Único que creó el universo y a toda la humanidad. A través de la historia, la gente ha creado falsos dioses en sus mentes y ha tenido falsas ideas acerca de Dios Todopoderoso, pero a pesar de ello, sólo hay un Único Dios Verdadero –y sólo Él es merecedor de adoración.
Desgraciadamente, algunos no-musulmanes creen icorrectamente que los musulmanes adoramos a un Dios diferente que los judíos y los cristianos. Esto puede ser debido a que los musulmanes nos referimos algunas veces a Dios como “Allah”, pero también porque a lo largo de los siglos ha habido muchas mentiras y distorsiones propagadas por los enemigos del Islam. En realidad, los musulmanes adoramos al Dios de Noé, Abraham, Moisés y Jesús, la paz sea con todos ellos –el mismo Dios que el de los cristianos y los judíos. La palabra “Allah” es simplemente el nombre árabe de Dios Todopoderoso (mencionado para la humanidad en el Corán) y es la misma palabra que los cristianos y los judíos araboparlantes utilizan para referirse a Dios. Si tomáis una traducción árabe de la Biblia cristiana, veréis la palabra “Allah” dónde se utiliza “Dios” en castellano. Pero incluso aunque los musulmanes, judíos y cristianos creamos en el mismo Dios, sus conceptos sobre Él difieren un poco. Por ejemplo, los musulmanes rechazamos la idea de la Trinidad o que Dios se haya “encarnado” en el mundo. También, las enseñanzas del Islam no dependen de o llaman al “misterio” o a la “paradoja” –son directas y claras.
El Islam enseña que Dios es Misericordioso, Amante y Compasivo y que no necesita convertirse en hombre (ni los hombres necesitan que lo haga). Uno de los aspectos únicos del Islam es que enseña que el hombre puede tener una relación personal y plena con Dios Todopoderoso sin implicar la trascendencia de Dios. En el Islam no hay ambigüedad en la Divinidad –Dios es Dios y el hombre es hombre. Los musulmanes creemos que Dios es el Más Misericordioso, y que trata directamente con los seres humanos sin la necesidad de ningún intermediario. En realidad, la fórmula “en el Nombre de Dios, el Misericordioso, el Compasivo” es una de las aleyas más repetidas en el Sagrado Corán. Además, las enseñanzas puras y directas del Islam exigen que nos aproximemos a Dios Todopoderoso directamente y sin intermediarios. Porque los musulmanes creemos que Dios tiene completamente el control sobre todas las cosas y Él puede derramar Su gracia y misericordia sobre Sus criaturas como quiera –sin que sean necesarias expiación, encarnación o sacrificio de sangre.
En resumen, el Islam llama a la gente a someterse al Único Dios Verdadero y a adorarle solamente a Él.
Idea falsa número 2: los musulmanes adoramos a Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz
De acuerdo con la creencia islámica, el Profeta Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, fue el último Mensajero de Dios. Él, como todos los profetas y mensajeros –como Noé, Abraham, Moisés y Jesús, la paz sea con todos ellos- era sólo un ser humano. Los cristianos tienen la falsa concepción que los musulmanes adoramos a Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, formulando una analogía incorrecta, porque como ellos adoran a Jesús, la paz sea con él, creen que nosotros hacemos lo propio con Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz. Esta es una de las razones por las cuales han llamado a los musulmanes con el nombre incorrecto de “mahometanos” durante muchos años.
Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, como Jesús, la paz sea con él, nunca reclamó para él la posición divina. Llamó a la gente a adorar sólo a Dios Todopoderoso, y continuamente remarcó su humanidad para que la gente no cayera en los mismos errores que los cristianos cometieron con respecto a Jesús, la paz sea con él. Para evitar su deificación, el Profeta Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, siempre dijo que se refirieran a él como “el Mensajero de Dios y Su siervo”. Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, fue escogido para ser el último mensajero de Dios para comunicar el mensaje no sólo en palabras sino para ser un ejemplo vivo del mensaje. Los musulmanes lo amamos y respetamos porque fue del carácter moral más elevado y trajo la Verdad de Dios, que es el Monoteismo Puro del Islam (Tawhid). Incluso cuando el Islam estaba en sus estadios iniciales, Dios reveló que Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, “fue enviado como una misericordia para la humanidad”, informándonos que el mensaje del Islam sería muy extendido. Los musulmanes nos esforzamos en seguir el gran ejemplo de Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, pero no lo adoramos de ninguna manera.
Además, el Islam enseña a los musulmanes a respetar a todos los profetas y mensajeros de Dios, pero respetarlos y amarlos no implica adorarlos. Todos los musulmanes verdaderos se dan cuenta que toda adoración y oración deben ser dirigidas únicamente a Dios. Es suficiente con decir que adorar a Muhámmad, que Allah le bendiga y le dé paz, o a cualquier otro, juntamente con Dios se considera el peor pecado en el Islam. Incluso si una persona pretende ser un musulmán, pero adora y reza a otro que Dios Todopoderoso, esto cancela y anula su Islam. La Declaración de Fe del Islam deja claro que a los musulmanes se les enseña a adorar sólo a Dios. Esta Declaración es como sigue, “No hay nada que merezca ser adorado excepto Dios, y Muhámmad es el Mensajero y el Siervo de Dios”.

Idea falsa número 3: el Islam es una religión sólo para los árabes
La manera más rápida de probar que esto es completamente falso es señalar el hecho que sólo entre el 15 y el 20% de los musulmanes del mundo son árabes. Hay más musulmanes indios que musulmanes árabes, y más musulmanes indonesios que musulmanes indios. Creer que el Islam es sólo una religión para los árabes es un mito que fue propagado por los enemigos del Islam ya en los primeros días de su historia. Este presupuesto falso está basado posiblemente en el hecho que la mayoría de la primera generación de musulmanes fueron árabes, que el Corán fue escrito en árabe y el Profeta Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, era árabe. Sin embargo, tanto las enseñanzas del Islam como la historia de su expansión muestran que los primeros musulmanes hicieron un esfuerzo para propagar su mensaje de Verdad a todas las naciones, razas y pueblos.
Además, hay que aclarar que no todos los árabes son musulmanes y no todos los musulmanes son árabes. Un árabe puede ser musulmán, cristiano, judío o ateo, o de cualquier otra religión o ideología. También, muchos países que algunos consideran como “árabes” no lo son en absoluto –como Turquía e Irán. La gente que vive en esos países habla lenguas diferentes del árabe, que son sus lenguas maternas, y tienen una herencia étnica distinta de los árabes. Es importante darse cuenta que desde los inicios de la misión del Profeta Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, sus seguidores provinieron de un amplio espectro de orígenes étnicos –estaban Bilal, el exesclavo africano, Suhaib, el bizantino, Ibn Sailam, el exrabino judío, y Salmán, el persa. Dado que la verdad religiosa es eterna y que no cambia, y que la humanidad es una hermandad, el Islam enseña que las revelaciones de Dios Todopoderoso a la humanidad siempre han sido consistentes, claras y universales.
La Verdad del Islam es para toda la gente independientemente de la raza, nacionalidad o adscripción lingüística. Echar una ojeada al mundo islámico, de Nigeria a Bosnia y de Malasia a Afghanistán, es suficiente para demostrar que el Islam es un mensaje universal para la humanidad, sin mencionar el hecho significativo de que muchos europeos y americanos –del Norte, Centro y Sur- de todas las razas y orígenes étnicos están entrando en el Islam.
Idea falsa número 4: el Islam degrada a las mujeres
Incluso a pesar de que muchos aspectos del Islam son falsamente comprendidos por los no-musulmanes, la ignorancia, desiformación y concepciones incorrectas, las más severas son referentes al trato del Islam con las mujeres. Numerosas aleyas del Corán dejan claro que los hombres y las mujeres son iguales ante Dios. Según las enseñanzas del Islam, la única cosa que distingue a la gente ante Dios es su nivel de conciencia de Dios. Debido a esto, mucha gente se sorprende cuando descubre que la Ley islámica garantizó derechos a las mujeres hace 1400 años que recientemente han obtenido las mujeres de Europa y América.
Por ejemplo, el Islam enseña claramente que la mujer es una persona completa a efectos legales, y es el equivalente espiritual del hombre. También, de acuerdo con la ley islámica, las mujeres tienen derecho a tener propiedades, tener su negocio y recibir el mismo salario por su trabajo que los hombres. Se permite a las mujeres un control total sobre su riqueza, no puede ser obligada a casarse contra su voluntad y el matrimonio se disuelve en el caso de negligencia o malos tratos. También, el Islam no considera a la mujer como una “tentadora malvada”, y no culpa a la mujer por el “pecado original”.
Las mujeres en el Islam practican los mismos actos de adoración que el hombre. En realidad, los derechos que el Islam dio a las mujeres hace unos 1400 años fueron inauditos en América hasta casi el siglo XIX. Hace menos de cincuenta años en Inglaterra y Estados Unidos una mujer no podía comprar una casa o un coche sin la firma de su padre o marido. Además, el Islam concede un gran respeto a las mujeres y su papel en la sociedad, les da el derecho a tener propiedades, casarse con quién quiera y otros. Hay que mencionar que la misión del Profeta Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, paró muchas de las prácticas horribles respecto a las mujeres que estaban presentes en la sociedad. Por ejemplo, el Corán puso fin a la práctica árabe pagana de matar a las niñas –como aún ocurre en India entre los hindúes o en China entre los no-musulmanes- cuando nacían. Además, el Islam puso restricciones a la poligamia sin límites de los árabes de su tiempo, y puso muchas leyes para el bienestar de las mujeres.
Hoy en día, la mayor parte de las llamadas reformas en la situación de las mujeres han venido después que en Occidente se abandonara la religión por el laicismo. Incluso aquellos que en Occidente se consideran parte de la llamada “tradición judeocristiana” en verdad siguen los valores del liberalismo occidental –pero sólo en un grado menor que sus compatriotas más liberales. Si las mujeres en el mundo islámico actual no tienen sus derechos, no es a causa del Islam. El problema es que en muchos lugares tradiciones e ideas ajenas al Islam han eclipsado la legislación islámica, ya sea bajo el impacto de la ignorancia o la colonización.
Idea falsa número 5: MuhAmmad, que Dios le bendiga y le dé paz, escribió el Corán
Al tratar esta idea falsa, es interesante que ninguna otra escritura de la humanidad reclama ser la palabra directa del Todopoderoso en su totalidad, tan clara y repetidamente como el Sagrado Corán. Como Dios dice claramente en el Corán: “si hubiera sido escrito por el hombre, habríais encontrado muchas discrepancias en él”. En el tiempo en que el Corán fue revelado, los árabes reconocieron que el lenguaje del Corán era único y que era distinto con diferencia del lenguaje usado normalmente por el Profeta Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz. Los árabes de esa época, asimismo, fueron conocidos por su bella poesía y Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, era conocido por ser un hombre iletrado.
Dios dice claramente en el Corán que Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, era incapaz de leer y escribir, y si no fuera verdad, ciertamente sus contemporáneos habrían protestado y lo hubieran rechazado. Sin embargo, no hay informaciones de esto. Ciertamente había gente que rechazaban el mensaje de Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, como fueron rechazados los demás profetas, pero nadie por esta razón. Al contrario, Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, tuvo centenares de seguidores leales y los resultados de sus esfuerzos fueron la expansión de España a China en sólo un siglo. También es interesante señalar que incluso cuando el Corán no sea poesía, los árabes fueron dejando de escribir poesía cuando el Corán fue revelado. Hay que decir que el Corán es la pieza de literatura árabe por excelencia, y los contemporáneos de Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, se dieron cuenta que no podían igualarlo.
Además, es fácil demostrar que Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, no tenía la mayor parte de conocimientos expuestos en el Corán, como conocimientos de hechos históricos, profetas anteriores y fenómenos naturales. Dios dice varias veces en el Corán que Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, y su gente no conocía estas cosas, y, de nuevo, si no hubiera sido verdad, sus contemporáneos hubieran rechazado estas afirmaciones. Es suficiente decir que no sólo el Corán es la escritura más memorizada y bien preservada en la tierra, sino que no tiene igual en elocuencia, impacto espiritual, claridad de mensaje y la pureza de su verdad.
Idea falsa número 6: el Islam se propagó por la espada
Muchos no-musulmanes, cuando piensan en el Islam, representan a fanáticos religiosos en camello que llevan una espada en una mano y el Corán en la otra. Este mito, que se popularizó en Europa durante las Cruzadas, no tiene fundamento alguno. Antes que nada, Dios dice en el Corán “no hay compulsión en la religión”. Añadimos que el Islam enseña que la fe de una persona tiene que ser pura y sincera, así que no es algo a lo que nadie pueda ser forzado. Al desacreditar el mito que el Islam fue “propagado por la espada”, el historiador De Lacy O’Leary (que no era musulmán) escribió: “La historia deja claro, sin embargo, que la leyenda de musulmanes fanáticos actuando dogmáticamente y forzando el Islam a punta de espada sobre las razas conquistadas es uno de los mitos fantásticame más absurdos que los historiadores nunca hayan aceptado” (Islam at the Crossroads, Londres, 1923, pág..
Hay que saber también que los musulmanes gobernaron España cerca de 800 años. Durante ese tiempo, y hasta que fueron expulsados, vivían entre ellos no musulmanes que prosperaron. Además, minorías cristianas y judías han sobrevivido en las tierras musulmanas de Oriente Medio durante siglos. Países como Egipto, Marruecos, Palestina, Libano, Siria y Jordania tienen poblaciones cristianas y/o judías. Si se supone que el Islam enseñó que hay que matar o forzar a esa gente para que se hagan musulmanes, ¿cómo sobrevivieron todos esos no musulmanes durante tantos siglos en medio del territorio islámico? Además, si consideramos el pequeño número de musulmanes que inicialmente propagaron el Islam de España y Marruecos por el lado occidental a India y China por el oriental, nos daremos cuenta que eran demasiado pocos para forzar a la gente a pertenecer a una religión contra su voluntad. Además, el sistema de gobierno y la civilización que establecieron los musulmanes gozaban de un gran poder de legitimidad, sus ciudadanos estaban orgullosos de él. La expansión del Islam contrasta con las acciones de los seguidores del cristianismo, que desde el tiempo del emperador Constantino hicieron uso libre de la espada, a menudo basando su conducta en versículos bíblicos. Esto fue especialmente verdad en la colonización de América Latina y África, donde los pueblos indígenas fueron sistemáticamente eliminados o forzados a convertirse. También es interesante constatar que cuando los mongoles invadieron y conquistaron vastas partes del califato islámico, en vez de destruir la religión, la adoptaron. Este es un caso único en la historia –los conquistadores adoptan la religión de los conquistados. Como eran los vencedores, no pudieron ser forzados a convertirse en musulmanes. El país musulmán más grande hoy en día es Indonesia, y nunca hubo batallas allí. ¿Cómo puede forzarse a alguien a aceptar una religión que recompensa espiritualmente y exige tanto como el Islam?
Idea falsa número 7: Los musulmanes no aprecian a Jesús, la paz sea con él
Muchos no musulmanes están sorprendidos al descubrir que según la creencia islámica, Jesús, la paz sea con él, el hijo de María, es uno de los mayores mensajeros de Dios. Los musulmanes aprender a amar a Jesús, la paz sea con él, y una persona no puede ser musulmana son creer en la inmaculada concepción y los milagros de Jesús, la paz sea con él. Los musulmanes lo creemos no por la Biblia o lo que diga cualquier otra religión, sino simplemente porque el Sagrado Corán dice estas cosas de él. Sin embargo, los musulmanes siempre remarcamos que los milagros de Jesús, y todos los demás profetas, la paz sea con todos ellos, se producieron por el permiso de Dios. Habiendo dicho esto, muchos cristianos no creen que Jesús, la paz sea con él, sea el “hijo de Dios”, “Dios encarnado” o la “Segunda persona” de la Trinidad. Dios dice claramente en el Sagrado Corán que Dios Todopoderoso no tiene un hijo, ni alegóricamente, físicamente, metafóricamente o metafísicamente.El Monoteismo Puro del Islam (Tawhid) rechaza la noción de “definir” a Dios (que es básicamente lo que hace la doctrina de la Trinidad), diciendo que nada es como Dios, o que no se puede rezar a nada que no sea Dios. También, el Islam enseña que los nombres “Señor” y “Salvador” son exclusivamente para Dios.
Para evitar las falsas ideas, hay que aclarar que cuando los musulmanes criticamos a la Biblia o las enseñanzas del cristianismo, no estamos atacando el concepto de “Palabra de Dios” o a Jesús, la paz sea con él. Desde el punto de vista islámico, defendemos la Palabra de Dios y a Jesús, la paz sea con él. El objetivo de los musulmanes es cuestionar algunos escritos que se consideran Palabra de Dios, porque los musulmanes no aceptamos que realmente sean la Palabra de Dios en su conjunto. Creemos que en la Biblia hay fragmentos que son la Palabra de Dios y fragmentos que son obra de los escribas bíblicos, y que están mezclados. Además, doctrinas cristianas tales como la Trinidad y la Remisión de los pecados no son aceptadas por los musulmanes porque precisamente no tienen su origen en las palabras de Jesús, la paz sea con él. De esta manera, los musulmanes nos consideramos los verdaderos seguidores de Jesús, la paz sea con él, porque lo defendemos de las exageraciones que se han hecho entorno a su persona y enseñamos el Monoteismo Puro que predicó el mismo Jesús, la paz sea con él.
Idea falsa número 8: El Islam es fatalista
La mayoría de musulmanes se extrañan que su religión, que posee un bello equilibrio entre fe y acción, pueda ser acusada de ser “fatalista”. Quizá esta falsa idea viene de que los musulmanes decimos “¡Alabado sea Dios!” cuando algo bueno o malo ocurre. Esto es porque los musulmanes sabemos que todo viene de Dios, que es el Sostenedor Omniscente del universo, y dado que el musulmán debe depender completamente de Dios, lo que ocurra es para su bien. Sin embargo, esto no significa que los musulmanes no tengamos una postura activa ante la vida, la verdad es lo opuesto. El Islam no sólo exige fe, sino acción: oración regular, ayuno y esfuerzo en el camino de Dios. Para ser más precisos, en el Islam las acciones forman parte de la fe.
El Islam rechaza completamente las creencias extremas de algunas religiones que enseñan que no se debe acudir al médico cuando se está enfermo, sino rezar a Dios para que te cure. La perspectiva islámica es muy positiva, puesto que enseña que los seres humanos pueden tener una actitud positiva ante esta vida. Esto enseñó el Profeta Muhámmad, que Dios le bendiga y le dé paz, a sus seguidores, que obviamente fueron activos para expandir el Islam por el mundo en un período relativamente breve de tiempo. Incluso cuando el Islam enseña que Dios sabe lo que harán los seres humanos antes de que lo hagan, estos todavía tienen libre albedrío. Ciertamente Dios, que es Omniscente, sabe lo que le va a ocurrir a todo el mundo antes de que le ocurra. Negar esto es negar al mismo Dios. A pesar de esto, si los seres humanos no tuvieran libre albedrío, sería ridículo e injusto por parte de Dios ordenar que hagan ciertas cosas y que eviten otras. Lejos de ser fatalista, el Islam enseña que el principal propósito en la vida del hombre es ser consciente de Dios.
Debido a esto, los musulmanes se preocupan menos de las cosas materiales y ven su vida en este mundo desde la justa perspectiva. Esto se debe al hecho que el Islam enseña claramente que si la gente adora y depende solamente de Dios Todopoderoso, no tiene nada de qué preocuparse, porque Dios quiere lo mejor para ellos. La verdadera libertad, en la perspectiva islámica, no significa seguir los deseos humanos de comida, bebida y sexo sin orden. Al contrario, la libertad significa ser capaz de controlar los bajos instintos de la persona y realizarlos de una manera adecuada y correcta a los ojos de Dios. Esto pone en sintonía los deseos de la persona con lo que Dios quiere de nosotros, y sólo entonces una persona es verdaderamente libre.
Idea falsa número 9: La amenaza islámica
El los últimos años (especialmente tras los atentados del 11-S de 2001) se ha prestado una gran atención en los medios de comunicación occidentales a la amenaza del “fundamentalismo islámico”. Desgraciadamente, debido a una mezcla distorsionada de informaciones tendenciosas en los medios de comunicación occidentales y a las acciones de algunos musulmanes ignorantes, la palabra “Islam” se ha convertido casi en sinónimo de terrorismo. Sin embargo, si se analiza la situación la pregunta que nos viene a la mente es: ¿las enseñanzas del Islam apoyan el terrorismo? Respuesta: ¡Definitivamente no! El Islam prohíbe totalmente los actos terroristas. Hay que recordar que todas las religiones tienen sectas y seguidores desviados, por lo que debemos acudir a sus enseñanzas, y no a las acciones de unas pocas personas. Por desgracia, en los medios de comunicación, cuando un musulmán comete un acto atroz es etiquerado inmediatamente como “terrorista islámico”. Sin embargo, cuando los serbios asesinaron o violaron a mujeres inocentes en Bosnia, nadie los llamó “terroristas cristianos”, ni fueron llamadas las actividades del IRA en Irlanda “terrorismo católico”. También, cuando los extremistas derechistas en Estados Unidos ponen bombas en clínicas abortistas, no se habla de “terroristas cristianos”. Reflexionando sobre estos hechos, uno puede concluir definitivamente que hay un doble rasero en los medios de comunicación para medir los actos de los musulmanes y los demás seres humanos. A pesar de que los sentimientos religiosos desempeñen un papel significativo en los previamente mencionados conflictos cristianos, los medios de comunicación no les ponen etiquetas religiosas porque presuponen que estos actos bárbaros nada tienen que ver con las enseñanzas del cristianismo. Sin embargo, cuando pasa cualquier cosa en la que está implicado un musulmán, se culpa al Islam de ello, y no a la persona desviada. Es verdad que la Ley islámica permite la defensa armada en unas circunstancias determinadas. [Todos los pueblos y religiones del mundo han tenido y tienen ejércitos y se han defendido de ataques exteriores. Es más, las personas que han defendido a su patria o a su religión son tienen un sitio de honor y respeto en todas las partes del mundo. En España se respeta a personas como Agustina de Aragón que combatió a los franceses en la Guerra de la Independencia, en América Latina a los próceres como José Ribas en Venezuela o a José Martí en Cuba. En Francia se honra a los héroes de la resistencia contra la ocupación alemana de la II Guerra Mundial y en Estados Unidos a los héroes de la Independencia, y así en todos los países del mundo] Pero el Islam condena los ataques contra la gente inocente. La palabra árabe “yihad”, que se traduce habitualmente como “guerra santa” significa simplemente “luchar”. La palabra árabe para “guerra” es “harb”, no “yihad”. “Luchar”, es decir, “hacer el yihad” para defender el Islam y los musulmanes está permitido [Todas las constituciones del mundo tienen el principio de recurrir a las armas si su país es atacado, es más, incluso la ONU lo considera un principio de derecho internacional]. Sin embargo, tales actividades hay que llevarlas a cabo según los principios del Islam y la guía del líder político del Estado y los sabios. El Islam prohíbe claramente “tomarse la ley por su mano”, lo que significa que un musulmán no puede decidir cuando matar, castigar o tomar las armas. El juicio y el castigo dependen de la autoridad política legítima y de los jueces. También, cuando observamos los acontecimientos en los países islámicos, hay que tener en cuenta que hace muy poco que terminó un largo período de colonialismo. Durante esa época, los musulmanes fueron cultural, material y religiosamente explotados. Este perído ha sido sucedido por uno de serios equilibrios internacionales, en el que verdaderamente tres o cuatro Estados tienen un poder real de decisión en el mundo. [Y esto ha creado grandes desestructuraciones sociales y políticas, no solo en los países islámicos, sino en muchos de los llamados despectivamente “países del Tercer Mundo”, en los que ha surgido la violencia, como Haití, Colombia, Nepal, Sri Lanka, Congo, y un largo etcétera]
También, el los medios de comunicación se hace creer a los occidentales que tiranos como Saddam Hussein o Muammar el Ghaddafi son “líderes islámicos”, cuando la verdad es que son justo lo contrario. Ninguno de estos líderes tiránicos profesa el Islam como ideología, sino que utilizan proclamas islámicas para manipular a sus poblaciones indefensas. Tienen tanto que ver con el Islam como Hitler con el cristianismo. En realidad, en muchos de los países de mayoría musulmana el Islam es perseguido. Pero basta con decir que el terrorismo y matar a inocentes contradice claramente las enseñanzas del Islam.

martes, febrero 19, 2008

Los noventa y nueve nombres de Allah y su sentido

Los Nombres de Al-lâh
Dice el Qur’án: todo lo creamos por pares. En el mundo de las formas, todo es dual: femenino-masculino, húmedo-seco, alto-bajo, oscuro-luminoso, etc. Toda cualidad tiene otra que se le opone, y con la que busca estar en equilibrio. Cuando el frío aprieta, buscamos el calor. Cuando nos elevamos demasiado sentimos el vértigo de las alturas, deseamos estar sobre la tierra. Lo único que podemos oponer a la destrucción son nuevas creaciones, la luz a la oscuridad y el amor al odio. Devolver miseria por miseria es no encontrar el equilibrio, no devolver las cosas a su sitio. La Realidad Única es lo único que no está sujeto a estas polaridades, es el “lugar” de origen y polo de orientación de todo lo creado. En la cosmología coránica, Dios es un principio indual e indiferenciado. 



En Él todo está perfectamente equilibrado, han cesado completamente las oposiciones y todo se ha conciliado en Uno, está pacificado-equilibrado. De ahí que en el Qur’án Al-lâh sea llamado al-Yâmi’ (el Reunidor), y as-Salam (el Pacificador) y al-‘Adl (el Justo), y Al-lâh diga que ha establecido la Balanza: al-Miçan. En el Qur’án, la Realidad Única recibe muchos Nombres, a través de los cuales podemos conocerLa, y participar (de algún modo) de sus cualidades. Son los Más Bellos Nombres de Al-lâh (al-asmâ’ al-husnà), de los que damos algunos: al-Qâdir (el Capacitador), al-Hakim (el Sabio), Al-Wâlî (el Protector), al-Wâsi’ (el Inmenso), al-Hafiz (el Preservador), etc. 


La tradición nos ofrece diferentes clasificaciones de estos Nombres. Aunque generalmente se habla de “cien Nombres”, en realidad los Nombres de Al-lâh son infinitos, ya que Él está detrás de todo lo creado. En este momento, podría decir que Al-lâh es “El que hace que estas palabras aparezcan sobre el papel en blanco”, o “El que hace que la ventana a mi derecha esté abierta”, y también “El que hace correr la brisa esta mañana”. Los Nombres de Al-lâh son infinitos, como son infinitos los modos mediante los cuales Al-lâh se manifiesta. Sus cualidades penetran todo lo creado, en todo espacio y toda circunstancia.


Entre los Más Bellos Nombres de Al-lâh, también se dan polaridades, significando la vida intradivina. El concepto Coránico de la divinidad no corresponde con la idea del Motor inmóvil de Aristóteles, ni del Big Bang de los físicos, un principio Creador situado en lo remoto de los tiempos y cuya actividad continúa tan solo por inercia. Por el contrario, en el Qur’án Al-lâh es al-Hayy (el Viviente), una Realidad absolutamente dinámica y omniabarcante, que no cesa de crear, y no tiene necesidad de descansar, pues no se cansa. Esto quiere decir que la Creación está siempre en su comienzo, que todo es nuevo para aquel que es capaz de una mirada renovada sobre el mundo. 


Entre los Nombres “polares” de Al-lâh hay algunos evidentes, pues el propio Qur’án los da juntos: al-Jâfid al-Râfi’ (el Abatidor-Elevador), al-Mu’izz al-Mudhill (el Ennoblecedor-Envilecedor), al-Muqaddim al-Mu’ajjir (el Adelantador-Retardador), al-Awwal al-Âjir (el Primero-Último), al-Zâhir al-Bâtin (el Manifiesto-Oculto). Otro tipo de polaridades se dan entre diferentes Nombres, tales como al-Muhyî (el Vivificador, que da la vida) y al-Mumît (el Mortificador, que quita la vida), o al-Muntaqim (el Castigador) y al-‘Afû (el Indulgente). Observando los diferentes Nombres de Al-lâh que aparecen en el Qur’án, los sabios del islam han señalado la preeminencia de dos tipos de Nombres, a modo de clasificación, y a través de la cual podemos conocer algo de Al-lâh, en la medida de nuestras posibilidades. Se constata la existencia de Nombres de Majestad (asmâ al-Yalâl) y de Nombres de Belleza (asmâ al-Yamâl). Los de Majestad son mayoritarios: al-Malik (el Rey), al-‘Azîz (el Poderoso), al-Ÿabbâr (el Dominador), al-Mutakabbir (el Altivo), al-Quddús (el Insondable), al-Qahhâr (el Subyugador), al-‘Alî (el Altísimo), al-Kabir (el Grande), al-Ÿalil (el Majestuoso), etc. Son Nombres que infunden temor, porque hablan de Su grandeza y de la insignificancia del hombre, criatura constantemente expuesta al dolor y a la alegría, criatura dependiente, necesitada de alimentos y ternura. Como Nombres de Belleza, señalar al-Rahmân (el Misericordioso o Matricial), al-Rahîm (el Compasivo o Matriciante), al-Halîm (el Manso), as-Salam (la Paz) y al-Wadûd (el Cariñoso), entre otros. Son Nombres que nos invitan a confiar en Él y a amarle, pues a través de ellos Al-lâh se muestra Compasivo, Cercano, Dulce, Cariñoso. 


En cierto sentido, esta clasificación es arbitraria: todos los Nombres de Al-lâh son al mismo tiempo de Majestad y de Belleza, pues no cabe establecer una separación en lo que es Uno. Esta dualidad corresponde a los modos como los seres creados captamos la Presencia de Al-lâh, y tiene realidad en la medida en que el Qur’án permite establecerla, como un modo de acercamiento a lo Insondable.
Por un lado, Al-lâh se nos presenta como una Realidad inabarcable para el ser humano, que está más allá de todo cuanto podamos decir, pensar o concebir. Este aspecto de Al-lâh se expresa en la exclamación “Al-lâhu Akbar”, constantemente en boca de los musulmanes: Al-lâh es más grande. Por otro lado, Al-lâh es algo íntimo al hombre, quien puede captar su Presencia, un soplo de misericordia que todo lo recorre. Dice el Qur’án: “Al-lâh está más cerca del hombre que su vena yugular”, y “Miréis donde miréis, ahí está la Faz de Al-lâh”. Los Nombres de Majestad corresponden a la trascendencia de Al-lâh, al hecho de que Él es incomparable: no podemos asociar nada a la Realidad Única. Los Nombres de Belleza corresponden a Su cercanía, a la inmanencia de Al-lâh en las cosas: Donde quiera que miréis, allí está la Faz de Al-lâh. Así pues, Al-lâh es al mismo tiempo cercano e inasible, trascendente e inmanente. Es visible en todo lo creado, pero no puede ser fijado en nada, ni comparado con nada, ni representado. El Qur’án dice que allí donde miremos está la faz de Al-lâh, y sin embargo, si yo digo de algo “esto es Al-lâh” estoy cometiendo shirk, asociando algo a Al-lâh, la peor de las transgresiones que puede cometer un ser humano. Para comprender esta paradoja, debemos entender que se trata de las dificultades de nuestra mente dual para captar a Al-lâh en su mismidad, lo que no es criatura sino anterior a toda criatura, y por tanto no está sometido a las mismas condiciones espacio-temporales que nosotros. En este sentido, se ha hablado de la divinidad como un círculo infinito, lo cual puede decirse, pero es imposible de ser comprendido, visualizado o representado. Con esto rompemos con las reglas de la lógica, sin que ello signifique caer en la irracionalidad. Se trata, más bien, de tener conciencia de las limitaciones de la mente humana, que no es sino un órgano físico, parte de un ser vivo que se desarrolla en un medio muy determinado. De ahí que la tradición advierta sobre la imposibilidad de comprensión última del tawhîd, la Unicidad de todo lo creado, la Unidad sin número del Uno. En palabras del célebre maestro de Bagdad Abû Bakr al-Shiblî (m. 334/945): “Aquel que define el tawhîd de una manera explícita es un apóstata, aquel que alude a él es un bi-teísta, aquel que lo evoca es un idólatra, aquel que discute sobre él es un inconsciente, aquel que guarda silencio sobre él es un ignorante, aquel que se cree cerca está lejos, aquel que realiza el éxtasis es deficiente; todo eso que vosotros distinguís por vuestra imaginación y aquello que discernís por vuestra inteligencia, todo ello es rechazado, os es retornado, pues es contingente y creado como vosotros mismos”. Desde nuestro universo conceptual, donde se establecen las dualidades y las categorías, no puede captarse la Realidad Única en su esencia, aunque si podemos acceder a ella de algún modo: mediante los actos de culto, la oración, la recitación, la meditación, la contemplación, la alabanza, el recuerdo. Mediante la práctica de adoración (‘ibada) entramos en contacto con el Uno, superamos las oposiciones y nos sumergimos en la Realidad Única de la que nunca fuimos desgajados. Comprendemos (siquiera brevemente) que el mundo de las formas es una manifestación del Uno, no algo separado. 



Aprendemos a amar la Realidad en si misma, a desapegarnos de todos los señuelos, de todo sueño de saber o de dominio, y nos remitimos al principio generador de vida y de muerte que hay detrás de todo lo aparente. Vamos desde las apariencias a la Fuente, pues sólo allí vislumbramos una solución de nuestra situación de seres contingentes, limitados por el espacio-tiempo. Una forma especial de ‘ibada, muy practicada por los musulmanes. A través de la interiorización y repetición mecánica de un determinado Nombre entramos en contacto con esta cualidad en lo más profundo de nosotros mismos. La tradición ofrece centenares de fórmulas, basadas en el conocimiento de los estados psíquicos y espirituales del hombre. La repetición de determinado Nombre puede ofrecernos una clave de curación o de conocimiento. Este conocimiento no es para ser entendido, sino para ser saboreado (dzawq).
Introducción
Como recitar los Más Hermosos Nombres de Allah
ALLAH
1. AR-RAHMAN
2. AR-RAHIM
3. AL-MALIK
4. AL-QUDDUS
5. AS-SALAM
6. AL-MU'MIN
7. AL-MUHAYMIN
8. AL-'AZIZ
9. AL-JABBAR
10. AL-MUTAKABBIR
11. AL-KHALIQ
12. AL-BARI'
13. AL-MUSAWWIR
14. AL-GHAFFAR
15. AL-QAHHAR
16. AL-WAHHAB
17. AR-RAZZAQ
18. AL-FATTAH
19. AL-'ALIM
20. AL-QABID
21. AL-BASIT
22. AL-KHAFID
23. AR-RAFI'
24. AL-MU'IZZ
25. AL-MUZILL
26. AS-SAMI
27. AL-BASIR
28. AL-HAKAM
29. AL-ADL
30. AL-LATIF
31. AL-KHABIR
32. AL-HALIM
33. AL-AZIM
34. AL-GHAFUR
35. AS-SHAKUR
36. AL-'ALI
37. AL-KABIR
38. AL-HAFIZ
39. AL-MUQIT
40. AL-HASIB
41. AL-JALIL
42. AL-KARIM
43. AR-RAQIB
44. AL-MUJIB
45. AL-WASI'
46. AL-HAKIM
47. AL-WADUD
48. AL-MAJID
49. AL-BA'ITH
50. ASH-SHAHID
51. AL-HAQQ
52. AL-WAKIL
53. AL-QAWI
54. AL-MATIN
55. AL-WALI
56. AL-HAMID
57. AL-MUHSI
58. AL MUBDI
59. Al MU'ID
60. AL-MUHYI
61. AL-MUMIT
62. AL-HAYY
63. AL-QAYYUM
64. AL-WAJID
65. AL-MAJID
66. AL-WAHID
67. AL-AHAD
68. AS-SAMAD
69. AL-QADIR
70. AL-MUQTADIR
71. AL-MUQADDIM
72. AL-MU'AKHKHIR
73. AL-AWWAL
74. AL-AKHIR
75. AZ-ZAHIR
76. AL-BATIN
77. AL-WALI
78. AL-MUTA'ALI
79. AL-BARR
80. AT-TAWWAB
81. AL-MUNTAQIM
82. AL-‘AFU
83. AR-RA'UF
84. MALIK AL-MULK
85. DHUL-JALAL-WAL-IKRAM
86. AL-MUQSIT
87. AL-JAME'
88. AL-GHANI
89. AL-MUGHNI
90. AL-MANI'
91. AD-DARR
92. AN-NAFI
93. AN-NUR
94. AL-HADI
95. AL-BADI
96. AL-BAQI
97. AL-WARITH
98. AR-RASHID
99. AS-SABUR
APENDICE I
APENDICE II
Caligrafía Árabe de los Nombres de Allah

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.........وَالْعَصْرِ * إِنَّ الإِنسَانَ لَفِي خُسْرٍ * إِلاَّ الَّذِينَ ءَامَنُوا وَعَمِلُوا الصَّالِحَاتِ وَتَوَاصَوْا بِالْحَقِّ وَتَوَاصَوْا بِالصَّبْرِ ﴾ Bienvenido a Qumrán.La historia es una sola que se a entretejé en una sola con la política,económia,cultura y creencias.

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