Todos experimentamos -en algún momento de nuestra vida-
frustraciones y tenemos que aprender a experimentarlas como fuentes de
crecimiento personal. No podemos pretender que todo nos salga bien, ni creer
que se puede lograr una vida sin tropiezos, ni dificultades. Todos tenemos
problemas y ellos son excelentes maestros para ser mejores seres humanos. Hoy
quisiera que reflexionáramos en torno a una de las fuentes de frustración más
común y es la de sentirnos decepcionados por la actuación o no-actuación de alguien.
No son pocas las veces en las que esperamos algo de alguien que éste no da o no
realiza y terminamos sintiéndonos frustrados, decepcionados y muy tristes.
La
madurez humana pasa por la capacidad de comprender que las personas no están
obligadas a pensar y actuar como nosotros esperamos. Cada uno es libre y dueño
de su proceder, y sabe cuáles son las fuerzas interiores –valores- que lo
impulsan a actuar y muy probablemente estos son diferentes a los nuestros.
Comprender esto no es fácil; pero es lo que debemos hacer. En estos días
alguien me decía: pero es que yo no hubiera actuado así. Claro, tú no habrías
actuado así, pero eso no significa que esa otra persona este obligada a
hacerlo. Cuando nos ponemos en esta situación somos capaces de frustrarnos
menos y aceptar los comportamientos de los otros como lo que son: acciones que
yo puedo juzgar mal o bien, que pueden ser correctas o no –según los criterios
que se tengan- pero que no tienen porque afectarte interiormente. Se trata de
aprender a no esperar nada de los otros, son nuestras expectativas las que nos
llevan a esas frustraciones. A veces nuestras expectativas son absolutamente
“locas”, porque esperamos lo que los otros no van a hacer. Y los demás no son
responsables de esa frustración, sino nosotros mismos.
Por
eso siempre cuando estoy frente a un grupo o comenzando un proyecto, siempre
digo lo que estoy dispuesto a dar, lo que puede esperar de mí, para que no
termine esperando lo que no voy a dar, ni quiero dar. Que tenga claro qué estoy
ofreciendo y con qué me estoy comprometiendo. Esto en las relaciones afectivas
tienen que ser muy claro. Algunos a veces creen que el otro les está jurando
amor eterno y así lo esperan, y resulta que el otro lo que está proponiendo es
una relación efímera y basada en el placer. Luego vienen los dolores y las
depresiones por estar esperando lo que nadie va a dar.
Les
propongo que tengamos claro estos elementos para evitar sufrir frustraciones y
decepciones innecesarias:
1. Dejar claro a través de
una comunicación asertiva qué estoy ofreciéndole a la otra persona, en todas
las dimensiones.
2. Analizar si lo que
estás esperando de la otra persona es real o es más fruto de tu imaginación o
deseo.
3. Comprender que cada uno
tiene derecho a expresar, hacer y construir su vida desde su singularidad y esa
es totalmente diferente a la nuestra, no necesariamente mejor, ni peor.
4. No reclamar por lo que
no es un derecho. Ni pretender que los otros den lo que para nosotros es una
obligación; pero realmente no lo es.
5. Saber que siempre nos
podemos levantar de una situación de frustración y que esta no es más que una
de las tantas experiencias que nos hacen crecer y ser mejores seres humanos.
Así
evitaríamos muchos de los sufrimientos que tenemos y no tendríamos que decir
como Mark Twain: “Soy un hombre viejo y he sufrido muchas y grandes desgracias,
muchas de ellas nunca sucedieron”.
Por Padre Alberto Linero