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La invasión árabe. Los árabes y el elemento árabe en español1. Introducción histórica.
En el año 711, grupos provenientes de Oriente y del Norte de África (árabes, sirios y bereberes), de religión musulmana, al mando de Tarik, derrotaron al rey visigodo Don Rodrigo en la batalla de Guadalete. Empezó así la dominación árabe de la Península Ibérica que se prolongaría durante ocho siglos, hasta 1492, momento en que el último rey nazarí rindió Granada a los Reyes Católicos. La conquista fue rápida; en menos de ocho años conquistaron toda Hispania a excepción de una pequeña franja en el Norte de la Península, donde los núcleos de resistencia dieron lugar a los reinos cristianos peninsulares, que fueron recortando progresivamente el espacio musulmán. España se islamizó, su nombre fue Al-Andalus, adoptó en gran parte las costumbres, la cultura y la lengua del invasor y esa influencia jugó un importante papel en su evolución histórica. 1.1. Etapas histórica de Al-Andalus
La conquista (711-722): A partir de la derrota de Guadalete, Tarik, y Muza, gobernador de Ifriqiya, recorrieron la Península y conquistaron sin esfuerzo las grandes ciudades: Écija, Jaén, Sevilla, Mérida y Toledo (713), Zaragoza (714) y la zona de Cataluña (716-719). La conquista no ofreció grandes hechos bélicos: las ciudades hispanogodas ofrecieron poca resistencia, firmando pactos y capitulaciones, y así la España conquistada, bajo el nombre de Al-Andalus, pasó a ser provincia del Imperio musulmán. Emirato dependiente de Damasco (711-755): Al-Andalus se hallaba sometida al califa de Damasco, aunque sus gobernadores dependían de Ifriqiya (Túnez). La capital estuvo en un primer momento en Sevilla pero pronto se trasladó a Córdoba. Durante este periodo fueron frecuentes las luchas entre los propios musulmanes, de diferentes etnias. Emirato de Córdoba (756-929):
En el año 756 el príncipe omeya Abd Al-Rahman, único superviviente de la masacre de toda su familia por parte de los Abbasíes de Damasco, llegó a Al-Andalus, derrotó al emir Yusuf, representante del poder de Damasco, y se hizo proclamar emir con el nombre de Abd al-Rahman I. En el año 773 rompió sus relaciones con los Abbasíes y se proclamó emir independiente. A pesar de sus intentos de unificación, éstos fracasaron y tanto él como sus descendientes tuvieron que luchar no sólo contra los cristianos de Norte sino también en su propio territorio, contra mozárabes y muladíes, como en el caso de la rebelión de Omar Ibn Hafsun en la Serranía de Ronda, a finales del siglo IX, que fue duramente reprimida por Al-Hakam I. Estas luchas internas parecía debilitar el poder musulmán en Al-Andalus cuando llegó al poder Abd al-Rahman III (912-961). Califato de Córdoba (912-1031): Abd. Al-Rahman III consiguió devolver la unidad al reino. Terminó con las revueltas internas y consiguió importantes triunfos frente a los cristianos del Norte. Bajo su gobierno, la España musulmana alcanzó su máximo esplendor. En el 929 rompió sus lazos religiosos con Oriente y se proclamó califa 'Amir al-muminin' (jefe de los creyentes). Instaló su gobierno en su nueva ciudad, Medina-Azahara, palacio de gran belleza por sus lujosas estancias, sus jardines y sus fuentes.
Sus sucesores mantuvieron la unidad territorial y política de Al-Andalus. Bajo el gobierno de Hisam II destacó la personalidad de su visir, un noble cordobés, Abu Amir Muhammad, conocido por «Almanzor» (el victorioso por Alá). Realizó múltiples campañas victoriosas contra los cristianos, conquistando ciudades como Zamora, León, Barcelona y Santiago de Compostela (997). En esta última ciudad se apoderó de las campanas de la Catedral y las hizo trasladar a Córdoba a hombros de prisioneros cristianos. A su muerte (1002), las luchas volvieron a apoderarse de Al-Andalus, lo que supuso el final del Califato. Durante esta época, Al-Andalus vivió su época de mayor esplendor en arte, arquitectura, ciencia, medicina, literatura. Córdoba era una de las ciudades más grandes e importantes del Occidente. Salón del Trono o Salón Rico. Medina-Azahara. Córdoba Los reinos de taifas (1031-1492): El Califato se mantuvo oficialmente hasta 1031. Hisam III fue el último califa nominal, pero sin poder. A su muerte, Al-Andalus se dividió en treinta reinos: los reinos de Taifas. Entre ellos destacan los de Valencia, Murcia, Toledo, Sevilla, Granada, Badajoz y Zaragoza. Esta disgregación del poder animó a los reinos cristianos en su avance hacia el Sur, conquistando Toledo en 1085, obligando a los reyes taifas a pagar parias y poniendo la frontera entre ambos reinos en la línea del Tajo. Ante esto, los reinos taifas llamaron en su apoyo a otros pueblos musulmanes del Norte de África. En primer lugar a los almorávides «consagrados de Dios», de origen bereber (1086-1140) y más tarde a los almohades «unificadores» (1140-1214). Ambos, almorávides y almohades, defensores estrictos del Islam, persiguieron ferozmente a los mozárabes, obligándolos a huir hacia los reinos cristianos, en especial hacia Toledo. Tras la derrota de las Navas de Tolosa (1212) y las sublevaciones del norte de África, el imperio almohade desapareció definitivamente en 1224. Los reinos de taifas fueron desapareciendo progresivamente ante la expansión cristiana. En la segunda mitad del siglo XIII sólo quedaba ya el reino nazarí de Granada, que se mantuvo durante doscientos cincuenta años, hasta su conquista definitiva por los Reyes Católicos (1492). La rendición de Granada. Pradilla 2. Situación lingüística
La llegada de los árabes rompió con todo el desarrollo histórico anterior: no fueron sólo una superestructura de poder, como había ocurrido con los visigodos, sino que pusieron en marcha procesos que dieron como resultado una realidad no continuadora de la Hispania visigótica. Con los conquistadores llegó, entre otras cosas, una lengua de naturaleza bien distinta a las románicas: el árabe, con sus diferentes manifestaciones escritas y orales, que se impuso como lengua oficial y de cultura. Esta lengua, el árabe, actuó como superestrato del romance andalusí y como adstrato de los otros romances peninsulares. Fueron muchos los que dominaban ambas formas lingüísticas: Al-Andalus fue una sociedad bilingüe al menos hasta el siglo XI o XII. Rota la sociedad hispanogoda, los hablantes románicos se distribuyeron y evolucionaron en situaciones completamente nuevas. Se continuaba con el latín de Emérita, Hispalis, Curduba o Tarraco, pero era una lengua coloquial, carente de normalización y fragmentada. Lo que se perpetuó fue el habla de los enclaves de resistencia cristiana de la zona astur y pirenaica donde, junto a los habitantes de la zona, se refugiaron los miembros de la maltrecha aristocracia hispanogoda y cristianos que no deseaban permanecer en Al-andalus. Fue en esos lugares (Oviedo, León, Burgos, Barcelona…) donde nacieron los nuevos modos lingüísticos que se repartirán por la Península durante la Conquista cristiana Al-Andalus se vio inmersa en un nuevo proceso cultural y junto al árabe coloquial o al escrito, en la zona conquistada se continuaba con el romance hispánico: el mozárabe, «la variedad lingüística románica hablada en Al-Andalus, especialmente hasta finales del siglo XI, no sólo por los cristianos que permanecieron en territorio musulmán, sino también por los muladíes o conversos al Islam y, en menor medida, por parte de la población conquistadora» (Galmés, 1999: 97). Los árabes la llamaron 'ayamiya ( > aljamía) «lengua de extranjeros», aunque esa denominación podía aplicarse a cualquier lengua no arábiga. Es difícil establecer el alcance de este periodo de bilingüismo: se mantuvo durante el Califato y las Taifas (siglo XI), pero a partir de ese momento la presión de los reinos cristianos en la Reconquista y la llegada de nuevos pueblos africanos (almorávides y almohades) a mediados del XII, hicieron que los mozárabes emigraran hacia el Norte o fueran deportados. Esto no debió suponer la desaparición de ese romance pero sí su debilitamiento: en las ciudades reconquistadas en el siglo XIII no parece existir ningún núcleo de hablantes mozárabes. A pesar de ello, es innegable la existencia de este periodo bilingüe, no sólo por la gran cantidad de arabismos en el romance sino por las constantes interferencias romances que aparecen en las composiciones árabes: mowassahas, jarchas y zégeles (Corriente, 1997) El conocimiento de ese romance hablado en Al-Andalus -el mozárabe- presenta grandes problemas, debidos sobre todo a la falta de documentación. Podemos caracterizarlo gracias a los rasgos que se deducen de diferentes fuentes: glosarios latino-árabes o hispano-árabes, tratados de Medicina o Botánica y los restos literarios.
Tampoco es fácil delimitar la influencia que pudo tener sobre las otras lenguas peninsulares; a pesar de que el mozárabe parece compartir ciertos rasgos con otros dialectos, las fronteras lingüística de la Península fueron marcadas por la expansión de los reinos cristianos. Desde el siglo XIII, los musulmanes que vivían en zonas conquistadas por los cristianos reciben el nombre de mudéjares. Estos siguieron utilizando su lengua, el árabe, hasta que se prohibió su uso y ellos fueron obligados a convertirse al cristianismo. Fueron los llamados moriscos, expulsados definitivamente de la Península en 1609, bajo el reinado de Felipe II. Con ellos acabó la presencia de comunidades de hablantes árabes en la Península Ibérica. La expulsión de los moriscos. V. Carducho. Museo del Prado 3. Influencia lingüística del árabe
A pesar de que, como ya hemos dicho, había hablantes que dominaban las dos lenguas, las diferencias lingüísticas entre ellas eran tan grandes que el influjo quedó en los aspectos más externos, sobre todo en el léxico. Fonología Tal como afirma Cano (1999:52) no hay en español ningún fonema prestado del árabe ni ninguna pronunciación particular. «Todos los estudios realizados sobre correspondencia de fonemas de una lengua a la otra han resultado negativos: los respectivos sistemas fonológicos fueron siempre impermeables el uno al otro». Parece posible, y así lo recogen tanto Lapesa (1981:145) como Cano Aguilar, que la influencia de los préstamos árabes modificara la frecuencia de ciertos tipos de acentuación: se incrementaron las palabras oxítonas y proparoxítonas y se produjo el aumento de polisílabas: almogávar, berenjena... Morfología En este campo, tampoco el árabe ha dejado demasiada influencia. Aún así podemos destacar:
Calcos semánticos y Fraseología. Se interpretan como calcos semánticos aquellas palabras y expresiones románicas en cuanto a origen y forma pero parcial o totalmente arabizadas en cuanto a su significado. Así, infante «niño que no habla» pasó a significar «hijo de noble», «hijo de rey», apoyándose en el termino árabe walad «hijo», «niño», «heredero al trono». Parecido fenómeno se observa en hidalgo, fidalgo, hijodalgo; hijo se relacionó con el árabe ibn «descendiente de primer grado», «relacionado con». Casos como esos son casa («casa»/«ciudad»), plata («lámina»/«plata») (Cano, 1999: 54) Además de estos calcos semánticos, el romance reprodujo textualmente algunas fórmulas y frases hechas árabes, que viven en la actualidad con total vigencia: si Dios quiere, Dios mediante, Dios te guarde, Dios te ampare...
Léxico: Los arabismos Si en otros dominios, la influencia árabe no es muy notable, en el campo del léxico sí lo es. Los arabismos del español suponen aproximadamente el 8% del vocabulario total y se calcula que son unas 4000 palabras, incluyendo voces poco usadas (Cano, 1999: 53) Los arabismos abarcan casi todos los campos de la actividad humana y según Rafael Lapesa (1981: 133) son, después del latino, el caudal léxico más importante del español, al menos hasta el siglo XVI. Así, encontramos arabismos referidos al conocimiento y la ciencia como: algoritmo, guarismo, cifra . álgebra, redoma, alcohol, elixir, jarabe, cénit, nombres de constelaciones como Aldebarán… Referidos a instituciones y costumbres: alcalde, alguacil, albacea, alcabala…, a actividades comerciales: arancel, tarifa, aduana, almacén, almoneda, almazara, ataujía, zoco, ceca… a urbanismo y vivienda: arrabal, aldea, alquería, almunia, alcoba, azotea, zaguán, alfeizar, albañil, alarife, tabique, azulejo, alcantarilla, albañal, alfombra, almohada… En el campo de la vida doméstica, el vestido o el ocio encontramos: laúd, ajedrez, azar, tarea, alfarero, taza, jarra, ajorcas, alfiler, aljuba, albornoz, babucha, zaragüelles, albóndigas, almíbar, arrope... Los hay también referentes a las labores agrícolas, en las que los árabes fueron verdaderamente innovadores en los sistemas de cultivo y regadío: acequia, aljibe, azud, noria, arcaduz… y a plantas, flores y frutos: alcachofa, algarroba, algodón, alfalfa, alubia, azafrán, azúcar, berenjena, almiar, aceite, azucena, azahar, adelfa, alhelí, arrayán alerce, acebuche, jara, retama… También encontramos arabismos referidos a productos minerales, como azufre, almagre, albayalde, azogue, almadén… y nombres de aves rapaces, pues la cetrería era uno de los deportes preferidos por los árabes: sacre, neblí, alcotán, alcarabán, borní, alcándara… Las continuas luchas con los cristianos también proporcionaron una gran cantidad de arabismos referentes a la guerra: aceifas, algara, adalid, atalaya, alcazar, zaga, alfange, adarga, aljuba, adarve, tambor, añafil, alférez, acicate, acémilas, jaeces, albarda, barbacana… Algunos arabismos se remontan a orígenes diferentes del propio árabe: así del sánscrito nos llegó ajedrez y alcanfor, del persa, jazmín, azul, naranja, escarlata y del griego llegaron voces como arroz, alambique, acelga, alquimia… en eso los árabes no hicieron sino continuar la labor de transmisores culturales como en tantos otros campos. Toponimia Otro de los campos en los que la influencia árabe se deja notar es el de la toponimia; en la Península Ibérica la toponimia de origen árabe es abundantísima y no solo en las zonas de dominio musulmán sino también, aunque con menor intensidad, en la Meseta y el Noroeste. En muchos casos, su significado es descriptivo; así, Algarbe (< algarb «el poniente»), La Mancha (< mandza «altiplanicie»), Alcalá y Alcolea (< alqalat «el castillo»), Medina (< madinat «ciudad»), Rábida, Rápita (< ribat «convento militar») , Iznajar (< hisn «zona o lugar fortificado») En otros casos son formas compuestas amalgamados: wadi «río» nos ha dejado Guadalquivir «río grande», Guadalén «río de la fuente», Guadalajara «río de las piedras»… Abundan los que tienen por segundo elemento un nombre personal: Medinaceli «ciudad de Selim», Calatayud «castillo de Ayub» o los muchos Beni- (<ibn «hijo de»): Benicasim («hijos de Casim»). También encontramos formas híbridas arábigo-romances: Guadalcanal «río del canal», Guadalupe «río del lobo». A veces, se forman añadiendo a una voz romance el artículo árabe al-: Almonaster (< lat. monasterium), Alpuente (< lat. portellum). Los árabes tomaron de los mozárabes la /c/ con que articulaban la /c/ latina ante /e, i/. A eso se debe el predominio de /c/ en las transcripciones de voces romances y sobre todo, la abundancia de ch por c en muchos topónimos de Al-Andalus: Conchel (Huesca), Carabanchel (Madrid), Elche (Alicante) Hornachuelos (Córdoba) Fenómeno propio de árabe hispano es la imela: el paso de /a/ a /e/ y posteriormente a /i/, que permite explicar topónimos como Hispalis > Isbilia > Sevilla. Características fonéticas de los arabismos El paso de palabras árabes, tomadas del registro oral en la mayoría de los casos, al romance exigió su reajuste fonológico y acomodación al sistema hispano, pues muchos de los fonemas árabes no tenían correspondencia en español. Este proceso se realizó del siguiente modo: (Quilis, 2003: 77-80) (Lapesa, 1981:142-145) VOCALISMO El sistema vocálico de árabe, con tres fonemas /a, i, u/, dos grados de abertura y distinción de cantidad se acomodó al del romance, con tres grados de abertura y perdiendo la función distintiva de cantidad. El diptongo au > o (hauz > alfoz, as-saut > azote) El diptongo ai > e (mais > almez) o se conservó (baitar > albeitar). CONSONANTISMO En general, cabe destacar la conservación del carácter sordo o sonoro de los fonemas árabes, que una vez adaptados siguieron la evolución de los españoles. Sin embargo, hay una serie de fenómenos que merece la pena destacar para poder entender la acomodación de ciertos fonemas árabes no existentes en el español:
Una vez admitidos, los arabismos sufrieron los mismos cambios fonéticos que el romance:
El uso de arabismos ha variado según las épocas; durante el Califato, cuando el centro del poder era Córdoba se introdujeron sin obstáculos ni competencia; sin embargo, durante la Baja Edad Media empiezan a retroceder frente a los latinismos y extranjerismos. Después se inicia el retroceso; el propio Villalobos (1515) recriminaba a los toledanos porque «al usar arabismos afean y ofuscan la pulidez y claridad de la lengua castellana». El avance de la conquista cristiana hace retroceder no sólo las fronteras sino también los usos lingüísticos. Mientras los moriscos estuvieron en España sus usos y costumbre tenían actualidad, tras su expulsión en 1609 muchos términos árabes fueron desechados y sustituidos por formas romances, así alfayate y alfageme fueron sustituidos por sastre, albeitar por veterinario… «Otros se mantuvieron en el habla regional, pero la gran cantidad de ellos que subsiste con plena vida, muchos de ellos fundamentales, caracteriza el léxico hispano-portugués frente a los demás romances» (Lapesa 1981: 156) Yesería con motivos epigráficos. La Alhambra, Granada 4. Bibliografía
Alonso, A. (1964): «Las correspondencias arábigo-españolas en los sistemas de sibilantes», RFH, VIII, págs. 12-76 Alvar, M. (Dir.) (1966): Manual de Dialectología hispánica. El español de España, Barcelona, Ariel. Ariza, M. (1990): Manual de fonología histórica del español, Madrid, Síntesis. —— (1994): Sobre fonética histórica del español, Madrid, Arcos /Libros. Cano Aguilar, R. (1999): El español a través de los tiempos, Madrid, Arco/Libros, (1.ª ed. 1988). —— (Coord.) (2004): Historia de la lengua española, Barcelona, Ariel. Corriente, F. (1977): A Grammatical Sketch of the Spanish Arabic Dialect Bundle, Madrid. —— (1999): Diccionario de arabismos y voces afines. Madrid, Gredos. Corominas, J. y Pascual, J. A. (1980) Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Madrid, Gredos , 6 vols. Lapesa, R. (1995): Historia de la lengua española, Madrid, Gredos (8.ª reimp. de la 9.ª de corr. y aum. 1981; 1.ª ed. 1942). Lleal, C. (1990): La formación de las lenguas romances peninsulares, Barcelona, Barcanova. Medina López, J. (1999): Historia de la lengua española, I - Español medieval. Cuadernos de Lengua española, Madrid, Arcos/Libros. Menéndez Pidal, R. (1973) El idioma español en sus primeros tiempos, Madrid, Espasa-Calpe, Col. Austral, (8.ª ed.) —— (1976): Orígenes del español. Estado lingüístico de la Península Ibérica hasta el siglo XI. Obras completas de R. Menéndez Pidal, vol. VIII. Madrid, Espasa-Calpe (8.ª ed.). Quilis Morales, A. (2003) Introducción a la historia de la lengua española. Madrid, UNED. Sanchís Guarner, M. (1960): «El mozárabe peninsular», ELH, I, pags. 293-342.
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lunes, febrero 23, 2009
Los Àrabes en la peninsula española
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