Autor: Abderrahmán Habsawi
El Corán viene de Allah y habla de Él, de lo Verdadero, de al‑Haqq, la Verdad, el Realizador: Allah es lo que confiere realidad y hechura a las cosas. Allah es la Verdad en la que estarnos insertos, es la Realidad, lo dado de hecho, y no un añadido a la existencia, de la que es su estructura indefinible, su intimidad más recóndita, su secreto más profundo, sin ser jamás algo. No se trata de que exista o no exista en los términos en que utilizamos estas palabras en la cultura occidental, sino que es contundente en su inasibilidad. Él es el impacto que recibimos en cada momento y nos hace vivir o morir, ininteligible en sí, desafiante, polarizador: ése es su Ser. Así decimos que transciende cualquiera de nuestras consideraciones o valores. El Corán enseña que lo Verdadero es invisible porque miramos con ojos falsos y vemos imágenes falsas. No captamos lo esencial: el universo del hombre es un mundo estrecho de ídolos forjados por su imaginación. Damos importancia a fantasmas, y no a lo Eficaz y Relevante. Nuestros miedos y esperanzas son mediocres porque las invenciones, las aspiraciones, las propuestas, que nacen de nosotros, son mediocres. Allah está remotamente lejos. Pero en realidad, Él está en lo más inmediato: nos fundamenta en cada instante, nos obliga a ser a pesar de nuestra inanidad. Para descubrirlo es necesaria una transformación que haga verdaderos nuestros ojos y podamos con ellos identificar lo Auténtico. El Corán enseña a recorrer ese camino, y lo hace hablando a lo más profundo e insaciable que hay en cada ser. Su lenguaje va dirigido a esa facultad infinita del ser humano capaz de trascender todas las cosas, de ir más allá de sí mismo y superar límites. Y por ello, el Corán nos resultará extraño o chocante. Estamos acostumbrados a nuestro mundo, a una determinada cronología, a una geografía, a una estructura ordenada y lineal de las cosas, y por eso el Corán parece caótico. Pero es a base de sensaciones y alusiones desconcertantes con lo que quiebra nuestra atención y la sumerge en el universo inasible de Allah Uno donde nuestras imaginaciones se disuelven en lo infinito de la Verdad en la que existimos y entonces esa atención se convierte en pura receptividad. Algo que debemos olvidar a la hora de abordar el Corán es la idea que tenemos de Dios. Ciertamente, el Corán enseña que Allah es Creador de los cielos y de la tierra, el Uno que todo lo rige, pero lo es en tanto que es al‑Haqq. La imagen que tenemos de Dios, que consiste en la confluencia de un número de ideales y ensoñaciones confusas, no es compatible con la radicalidad de Allah. Allah está más allá de todo planteamiento, y previo y posterior a cualquier consideración. Es la Verdad estructuradora de la realidad con la que se vincula esencialmente en el seno de una relación intangible. Decimos que es intangible porque nuestros dioses nos impiden percibirla. El musulmán sabe de Allah que no puede desligarse de Él: se lo propone como meta para desapegarse de sus limitaciones y ensancharse en lo que carece de fronteras, estrechando precisamente su dependencia de Allah‑Inmenso. Mantiene con Él una relación dialéctica que implica a los dos en un mutuo acercamiento que reconduce al ser humano a lo que hay de abismal en él mismo.