Existe una súplica (un Du‘â') que él decía cuando salía de su hogar y otro cuando ingresaba, también hay uno para despedir a un viajero y otro para darle la bienvenida, uno para vestir ropa nueva, otro para acostarse, otro al despertarse, uno para cada situación de la vida. Además el Profeta r pedía a Allah que lo guiara, lo protegiera del error, lo cuidara y le destinara lo bueno. Todo esto lo podemos encontrar en los libros de hadices y súplicas. Por ejemplo, se puede recurrir al libro “la fortaleza del musulmán (hisnul Muslim)”. El Profeta enseñaba estas súplicas a sus Compañeros, y los exhortaba a que los repitieran en los momentos apropiados.
El musulmán inteligente es perspicaz en el aprendizaje de estas súplicas y ruegos, siguiendo el ejemplo del Profeta r y sus distinguidos compañeros. Los repite en los momentos apropiados, tanto como puede. De esta manera su corazón permanece en contacto con Allah, y su alma se fortalece y purifica. A través de estos ejercicios espirituales el Profeta entrenaba las almas de la primera generación de Sahâbas para que se purificasen. El Islam forjó un gran milagro en la formación de una generación refinada y superior que fue única en la historia de la humanidad, la cual alcanzó maravillosos logros en pocos años.
El verdadero musulmán, hoy más que nunca, necesita entrenar su alma para alcanzar ese alto nivel y poder sobrellevar la pesada responsabilidad de ser un musulmán y difundir el mensaje del Islam.