Los seres humanos no debemos vivir acorde a nuestras pasiones, automatismos, condicionamiento mental, ni a lo que dicta la sociedad, la política o las autoridades, sino de acuerdo al propósito cósmico inherente a nosotros; la adoración de Dios.
“Conságrate [¡Oh, Muhámmad!] al monoteísmo, que ello es la inclinación natural con la que Dios creó a los hombres. La religión de Allah es inalterable y ésta es la forma de adoración verdadera, pero la mayoría de los hombres lo ignoran.” (Corán 30:30)
Cuando uno vive su vida cumpliendo con estos preceptos que Dios ha ordenado,dejando lo que Dios ha prohibido, y convirtiendo cada una de sus acciones en algo que complazca a Dios, su vida, desde la mañana hasta el atardecer, desde el nacimiento hasta la muerte, se convierte en un acto de adoración por el cual será recompensado. Este era el estado de los profetas, como Dios ha dicho:
“Diles: Por cierto que mi oración, mi ofrenda, mi vida y mi muerte pertenecen a Dios, Señor del Universo.” (Corán 6:162)
Cuando se logra este estado, se alcanza la armonía con el resto de la creación y se vuelve al estado natural, como todos los seres creados por Dios quienes están en constante adoración a Dios, como se menciona en el Corán:
“¿Acaso no ves que se prosternan ante Allah quienes están en los cielos y la Tierra, y el sol, la luna, las estrellas, las montañas, los árboles, las bestias, y muchos de los hombres?” (Corán 22:18)