5.1 Autoridad del Profeta
En primer lugar, atendemos al problema de la Autoridad, que ya hemos atendido en clase en el seminario sobre “Autoría y Autoridad en el Corán”
En dicho seminario abordamos la problemática a la que tiene que hacer frente Mahoma, al situarse como Profeta de la revelación y la puesta en duda de su palabra. Durante el texto se hace mucho hincapié en la necesidad de autoafirmarse ante la comunidad, de incidir en el carácter sagrado de su revelación, y de que su autoridad viene por Ala. Esta autoridad viene por el Dios único, con lo que Mahoma se distancia de la revelación, ya que todo lo que ocurra será por deseo divino . Sin embargo, también se reafirma en su liderazgo, más allá de su vínculo por Dios, teniendo por tanto un doble juego dialecto. Por un lado, se representa a Mahoma como uno más de la comunidad, un escogido entre iguales , pero por otro lado se le reviste de autoridad, por su vínculo sagrado, como vemos en la Sura IV, en las aleyas 82/80
Otro aspecto llamativo es los ataques de los que el propio Corán se hace eco, y es que la predicación de Mahoma debió ser dura en los primeros momentos sobre todo. Ya hemos dicho en la introducción, que no contó con muchos apoyos dentro de su propio tribu, y que en cuanto se acabaron las protecciones de su mujer y su tío, debió huir a Medina. Hay muchas resistencias por parte de la comunidad árabe; “No cesarás, Mahoma, de descubrir traiciones de ellos con excepción de unos cuantos” . Contra esta resistencia, van dirigidos los ataques de proselitismo de Mahoma Aquí también hay un doble juego, de ataque a ellos, para que se conviertan al Islam, pero por otro lado, la doctrina de que Mahoma no debe ocuparse de ellos, que el solo debe guiar a los fieles , y convertirse por si solos los no creyentes. Sin embargo el lenguaje se va tornando más violento según avanza el texto cronológicamente .
Destaca el uso del Vocativo Di: a lo largo de todo el texto, lo que refuerza el mensaje de Mahoma. Durante las siguientes aleyas, la figura de la autoridad desaparece algo en número, pero se mantiene en vehemencia, mezclándose muchas veces con el lenguaje político. Se refuerza el carácter de enviado, y la validez de las aleyas, como en la Sura XIII . Y es que no solo tiene que afirmarse Mahoma, sino su propio mensaje. Entramos aquí en la duda no solo sobre la persona que evoca el mensaje, sino sobre el mensaje en si. Podríamos ver esto como una crítica más allá del Profeta, como críticas a la cosmogonía que nos ofrece la nueva religión. De hecho el propio Mahoma tiene que admitir que no hay aleyas definitivas y que estas se van perfeccionando. Debe salvar el carácter caótico y descoordinación señalado antes que tiene el Corán, al ir variando la revelación de temas constantemente. Esto, le da más naturalidad, puesto que no parece un corpus redactado a conciencia, sino que pone de relieve el carácter práctico de las aleyas, que responden a un momento concreto.
Con esto, Mahoma también aparece como un personaje en un escalón superior al del resto de la comunidad, no divinizado, puesto que esa no es su pretensión. Pero si aparece como el Elegido, el que transmite la palabra de Alá, dando comienzo por tanto, a esa figura intocable dentro de la comunidad. Esta es una de las ideas más controvertidas, y que lleva en ocasiones a convertir a Mahoma en una figura sacra. Mahoma no pretende eso, ya que al elaborar su doctrina está ejemplificándose como el buen musulmán y quiere llegar a la comunidad, no pretende que le tengan en un plano superior, aunque implícitamente, el hecho de ser Profeta conlleve estar en un plano, sino superior, si algo diferente.
Seguimos viendo como en la Sura XVI, que Mahoma se afirma ante las malas lenguas. Recoge los dichos de las personas que atacarían sus enseñanzas. De hecho aparece en esta aleya un concepto del árabe ya como lengua sagrada de la revelación. Esto es una importante señal de que el árabe ha trascendido su papel de lengua de las tribus de Arabia, para convertirse en una lengua de cultura de todas ellas en su expansión por la Península Arábiga. Este es uno de los elementos de unión de ese sustrato preislámico en el que nace Mahoma. El profeta va a ser el encargado de dar unión y cohesión a todo esto.
La apreciación de autoafirmación como decimos, se va confundiendo con la doctrina político-moral, y en la Sura 46 encontramos la última referencia a lo que podemos entender como autoridad plena, refiriéndose a su afirmación. A partir de aquí encontramos más justificaciones políticas, y sobre todo en la segunda parte un lenguaje más alegórico y meramente religioso donde Mahoma desaparece como tema. En esta última azora vemos de nuevo la recurrencia de dudar de la palabra de Mahoma, de que esto se lo esta inventando este personaje y que no habla por boca de Dios.
Como conclusión a este apartado, podemos decir que la evolución de la autoridad en Mahoma pasa por distintas etapas según la revelación. La justificación del Profeta es religiosa en un primer momento, para politizarse y militarizarse según lo necesita la comunidad, con lo que el Corán va a servir para legitimar las distintas actuaciones de Mahoma. Profeta necesita imponerse a lo largo de todo el texto, resultado complicado justificar su papel no divino, solo de Enviado, y tener que lidiar contra los que piensan que todas sus palabras son de su invención. Tras muchas reticencias, idas y venidas, consigue afirmarse en la comunidad, recurriendo también a la violencia, pero a su muerte queda como una figura sacralizada, y que no se puede mover de su pedestal por mucho que pasen los siglos, con lo cual su labor de legitimación en el Corán fue inmejorable.