El beduino a quien gráficamente califico un autor de “parásito del camello”, podía convertirse según las circunstancias en amigo o enemigo del mercader forastero. Pero su trato era deferente, su hospitalidad proverbial y su curiosidad despierta aficionados a la poesía aunque vigorosa y realista han conservado con ella tradiciones preislamicas.
Espiritus Proctetores
Sus creencias en un polidemonismo o pluralidad de espíritus protectores que residen en el agua, los bosques y las piedras están enraizadas en el viejo panteón de los antiguos semitas. En especial, las piedras eran objeto de veneración. En la ciudad de la Meca existía desde muy antiguo un santuario que centraba las peregrinaciones de los beduinos. Este santuario de planta rectangular, con un gran patio central a cielo abierto, había ido recogiendo, con el tiempo, los ídolos de muchas tribus y familias. Convirtiendo de en el panteón preislamico por excelencia. De todos estos ídolos, el mas importante era una piedra basáltica negra, talvez un aerolito, que constituía el gran fetiche de los joraichitas, a la que algunos identifican con Uval, la divinidad principal.
El santuario de la CAABA:
El santuario mequés de la piedra negra o piedra sagrada ha perdurado hasta nuestros días tras sucesivas modificaciones siendo la última importante la del siglo XVII. La planta del santuario propiamente dicho, rectangular, mide diez por doce metros. Todavía se conserva y venera la piedra, basáltica engastada en su extremo sudoriental, a metro y medio del nivel del suelo, y el pozo sagrado de Zemzem para las abluciones. Continúan practicándose viejas normas rituales de origen mágico. Y la Caaba sigue siendo centro obligado de visita en las peregrinaciones islámicas a La Meca.
Practicas rituales.
Entre las prácticas religiosas de las distintas tribus sobresalía, con carácter unificador, este culto a las piedras (litolatría), en especial las “piedras divinas” o aerolitos, caídos, que también hallamos entre los primitivos hebreos (adoración de betilos).
Junto a los dioses protectores de las distintas tribus, se precisan tres divinidades femeninas, entre ellas Uzzá, asimilable a la Venus asiática, con un santuario propio en Ancla. Estas divinidades estaban supeditadas al “dios protector de la tribu” que recibía el nombre genérico de Alláh (dios). Pero no cabe pensar en un culto monoteistico anterior a Mahoma. Se conocía los sacrificios, en general de camellos, que tenían lugar en ciertas épocas del año en los santuarios tribales. Los fieles se reunían en ellos, se rapaban la cabeza en señal de penitencia y participaban en la comida ritual, comiendo de la carne del animal inmolado. Las procesiones y las vueltas en torno del santuario con cánticos y aclamaciones constituían el suplemento de estas ceremonias primitivas. No existía clase sacerdotal, aunque si guardianes en los santuarios, y arúspices y adivinos que predecían el provenir.
Judíos y cristianos.
En las ciudades principales del Hedjaz, como Taif y Yatrib, existían con anterioridad a nuestra época, colonias hebreas importantes dedicadas al comercio y organizadas con sus rabinos, sinagogas y escuelas. Para ellos, los árabes carentes de un “libro revelado”, eran “gentiles”, pero no desdeñaban la conversión de elementos beduinos, ni la difusión del hebraísmo, e incluso más hacia el Sur, en el Yemen, habían llegado a fundar un Estado hebreo.
El cristianismo difundido a través de Siria, del país de los Gasspanidas y de Persia por los encuentros de los beduinos con ascetas y eremitas cristianos y por las actividades de sirios cristianizados, no se circunscribía a nación alguna y había hecho prosélitos entre las tribus del desierto, adoptando la tendencia monofisita, la melquita o la nestoriana, según los puntos y épocas de irradiación en Arabia.
Las tribus de mayor relieve, entre ellas de la de los joraichitas, siguieron fieles a sus rudimentarias creencias y no acertaron a distinguir ni asimilar plenamente las características del judaísmo y del cristianismo aunque no siempre pudieran sustraerse a su influjo, antes del siglo VI d. De Cristo.
Espiritus Proctetores
Sus creencias en un polidemonismo o pluralidad de espíritus protectores que residen en el agua, los bosques y las piedras están enraizadas en el viejo panteón de los antiguos semitas. En especial, las piedras eran objeto de veneración. En la ciudad de la Meca existía desde muy antiguo un santuario que centraba las peregrinaciones de los beduinos. Este santuario de planta rectangular, con un gran patio central a cielo abierto, había ido recogiendo, con el tiempo, los ídolos de muchas tribus y familias. Convirtiendo de en el panteón preislamico por excelencia. De todos estos ídolos, el mas importante era una piedra basáltica negra, talvez un aerolito, que constituía el gran fetiche de los joraichitas, a la que algunos identifican con Uval, la divinidad principal.
El santuario de la CAABA:
El santuario mequés de la piedra negra o piedra sagrada ha perdurado hasta nuestros días tras sucesivas modificaciones siendo la última importante la del siglo XVII. La planta del santuario propiamente dicho, rectangular, mide diez por doce metros. Todavía se conserva y venera la piedra, basáltica engastada en su extremo sudoriental, a metro y medio del nivel del suelo, y el pozo sagrado de Zemzem para las abluciones. Continúan practicándose viejas normas rituales de origen mágico. Y la Caaba sigue siendo centro obligado de visita en las peregrinaciones islámicas a La Meca.
Practicas rituales.
Entre las prácticas religiosas de las distintas tribus sobresalía, con carácter unificador, este culto a las piedras (litolatría), en especial las “piedras divinas” o aerolitos, caídos, que también hallamos entre los primitivos hebreos (adoración de betilos).
Junto a los dioses protectores de las distintas tribus, se precisan tres divinidades femeninas, entre ellas Uzzá, asimilable a la Venus asiática, con un santuario propio en Ancla. Estas divinidades estaban supeditadas al “dios protector de la tribu” que recibía el nombre genérico de Alláh (dios). Pero no cabe pensar en un culto monoteistico anterior a Mahoma. Se conocía los sacrificios, en general de camellos, que tenían lugar en ciertas épocas del año en los santuarios tribales. Los fieles se reunían en ellos, se rapaban la cabeza en señal de penitencia y participaban en la comida ritual, comiendo de la carne del animal inmolado. Las procesiones y las vueltas en torno del santuario con cánticos y aclamaciones constituían el suplemento de estas ceremonias primitivas. No existía clase sacerdotal, aunque si guardianes en los santuarios, y arúspices y adivinos que predecían el provenir.
Judíos y cristianos.
En las ciudades principales del Hedjaz, como Taif y Yatrib, existían con anterioridad a nuestra época, colonias hebreas importantes dedicadas al comercio y organizadas con sus rabinos, sinagogas y escuelas. Para ellos, los árabes carentes de un “libro revelado”, eran “gentiles”, pero no desdeñaban la conversión de elementos beduinos, ni la difusión del hebraísmo, e incluso más hacia el Sur, en el Yemen, habían llegado a fundar un Estado hebreo.
El cristianismo difundido a través de Siria, del país de los Gasspanidas y de Persia por los encuentros de los beduinos con ascetas y eremitas cristianos y por las actividades de sirios cristianizados, no se circunscribía a nación alguna y había hecho prosélitos entre las tribus del desierto, adoptando la tendencia monofisita, la melquita o la nestoriana, según los puntos y épocas de irradiación en Arabia.
Las tribus de mayor relieve, entre ellas de la de los joraichitas, siguieron fieles a sus rudimentarias creencias y no acertaron a distinguir ni asimilar plenamente las características del judaísmo y del cristianismo aunque no siempre pudieran sustraerse a su influjo, antes del siglo VI d. De Cristo.