El fracaso militar es por ello una deshonra inaceptable. Por ello, muchas veces la muerte es preferible a la derrota o a la captura por el enemigo. El miedo a la vergüenza pública —uno de los temores esenciales del ser humano de acuerdo a Neufeld— tiene un efecto peculiar en el génesis del fanatismo religioso dentro de sectas islámicas radicales.
El fracaso de una operación de guerra no sólo atrae la deshonra sobre el grupo particular que lo lleva a cabo. También pueden sentirse avergonzados otros musulmanes que no comparten esas estrategias pero que simpatizan con la causa. Los lazos emocionales que hermanan a dicha cultura son muy fuertes. Pero sobre todo, el guerrero religioso que se siente parte de una Jihad piensa que al fallar ha deshonrado la causa y por consecuencia a Alá. Estas nociones acumuladas sobre la conciencia grupal movilizan consecuentemente una energía y creatividad poco comprensibles para sociedades occidentales con percepciones diferentes —y a veces devaluadas— de dignidad personal y colectiva.
Cuando en 1993 un grupo extremista musulmán dirigido por el clérigo Omar Abdel Rahman intentó demoler los edificios del World Trade Center, al hacer estallar un coche bomba en el estacionamiento, consiguió hacer un cráter de cinco pisos de profundidad, matar a cinco personas y herir a más de mil. Los daños materiales fueron calculados en trescientos millones de dólares.
Pero la operación fue a final de cuentas un fracaso militar. Las torres no se vinieron abajo, murieron relativamente pocas personas, los terroristas fueron eventualmente apresados y sentenciados a largas condenas, incluyendo al clérigo Rahman, director de una mezquita de Brooklyn, quien ha sido vinculado al asesinato del presidente egipcio Anwar El-Sadat, el 6 de octubre de 1981.
De acuerdo con varios expertos, este líder religioso y Ramzi Yussef, el autor material del atentado al World Trade Center en 1993, están vinculados con Osama bin Laden, particularmente a uno de sus allegados, quien había advertido que vengaría ese fracaso militar. Tanto el Imam Omar Abdel Rahman como Yussef, purgan actualmente largas condenas en Estados Unidos.
Los códigos de honor y vergüenza de Medio Oriente producen militantes notablemente persistentes y osados. Esto no sólo tiene implicaciones en las dinámicas de los conflictos armados, sino en muchas otras esferas de la vida social y religiosa. En el mundo árabe, el ideal de adquirir prestigio y honor es igualmente importante al de evitar la vergüenza pública.
Esta noción tiene sus dimensiones: adquirir honra personal es importante. Esto se logra a través de cuidar la reputación personal y familiar, guardando distintas convenciones sociales y religiosas. Pero ésta se puede incrementar especialmente a través de actos percibidos por la comunidad como heroicos. La otra dimensión es la de honrar la causa común del grupo social. Esto trae prestigio al individuo y a toda la comunidad. "
Dra. Lourdes Argüelles