En el lapso de un siglo, desde el año 632 al 732, el Islam, que significa rendirse a la voluntad de Dios, se convirtió en un imperio, con una sociedad bien definida en la que el derecho era el conocimiento de unas leyes practicas religiosas. Recordemos que a pesar de haber formado una cultura cerrada, acorde con unas características étnicas, dicha cultura no fue ajena a las influencias extranjeras. Los estados islámicos permitieron el acceso de judíos y cristianos a cargos importantes de la administración publica y del mundo de las finanzas, a titulo de gentes de libro”, en razón de su veneración común por la “Escritura Santa, compartieron unos derechos entendidos con la máxima amplitud legal. Bajo la égida de los árabes sostiene el ensayista y poeta William Ospina, el Islán era tolerante, estimulaba la investigación y la creación artística, y sus grandes capitales Bagdad (hoy destruida por Mr. Bus), el Cairo, Córdoba y Granada, abundan en matemáticos, fisiólogos, astrónomos, filósofos y poetas.
La cultura islámica, se oriento en el sentido de asimilar el legado antiguo: neoplatonismo, obras médicas y científicas del orbe helenístico y, de modo especial la obra de Aristóteles. Platón y Aristóteles habían sido objeto de toda clase de comentarios que desfiguraron sus aportaciones, además con numerosos elementos místicos. En el mundo islámico un grupo de espíritus críticos supo hallar las esencias del aristotelismo, que en su vertiente positiva había extremado un método rigurosamente racional, cuya máxima expresión lo constituye la lógica.
La isla del Sicilia, en la que parecían confluir las culturas griegas, arabe, bizantina y latina, juega un papel fundamental en ese proceso. De todos modos, el papel fundamental correrá a cargo de España, en la ciudad de Toledo, donde gracias a las obras de Avempace, Averroes, Abulcacis, y Maimónides, la cultura islámica tendrá una gran brillantez en el curso del Siglo XII. Pero además los hijos de Alá en las gualdrapas de sus propios corceles, que echaron a correr a galope tendido en las sequedades andaluzas introducen en la patria del señor de Dulcinea, el álgebra embrujada, la numeración arábiga en reemplazo del sistema romano. El papel fue introducido en
Toledo fue el primer centro europeo en que se manifestó el carácter cosmopolita de las ciencias, las artes y la filosofía. En plena influencia, la ciencia llego a ser atendida como una realidad universal. Totalizadora, demasiado humana y capaz de dirigirse a los hombres cualquiera que fuese su raza y religión.
En Toledo, árabes y judíos, así como también griegos, colaboran en una misma obra con españoles, esclavos de los Balcanes e ingleses. En la escuela de Toledo, el vocabulario científico se enriquece con palabras nuevas: algoritmo cifras, nadir, álgebra, zenit, alambique, alcanfor, etc. Es decir, la escuela toledana represento un enclave entre la cultura islámica y el resto de Europa. Es por ello que Alexandre Koyré, historiador de la época y el primero en aplicar de manera critica los testimonios históricos a la comprensión de la ciencia sostenga “Por eso son los árabes los que han sido los maestros y educadores del occidente latino”.