Las enseñanzas del Profeta r en la Da`wah[1]
– El Profeta r invitaba a la gente al camino de Allah durante el día y la noche, en secreto y en público. Permaneció en La Meca tres años al principio de su Profecía, haciendo un llamado a la adoración de Allah en secreto. Pero luego un versículo fue revelado diciendo: “Difunde lo que se te ordena [públicamente] y despreocúpate de los idólatras”.[2]
El Profeta r hizo caso de la orden de Allah sin temor a la crítica. Invitó a los ancianos y a los jóvenes, a los hombres libres y a los esclavos, a los hombres y a las mujeres a creer en Allah.
– Cuando la persecución y la tortura se hizo insoportable para sus compañeros en La Meca, les permitió que emigraran a Abisinia (Etiopía).
– El Profeta r fue a la ciudad de Taif, esperando encontrar apoyo. Los llamó a creer en Allah, pero nadie le respondió. Por el contrario, ellos lo maltrataron más que su propia gente y lo expulsaron, retornándolo a Makkah, en donde él entró bajo la protección de Mut`im ibn `Adii.
– Entonces continuó la difusión del Islam abiertamente por diez años, tomando ventaja de las temporadas anuales y visitando a los peregrinos a sus campamentos. El también hizo da`wah durante las temporadas de comercio de Okaz, Mayinnah y Dhil-Mayaaz y preguntaba por cada tribu y su campamento.
– Finalmente se encontró a seis personas de la tribu de Jazray en al-Aqabah. Les presentó el Islam y ellos lo aceptaron. A su retorno a la ciudad de Medina, ellos invitaron a la gente al Islam, y pronto éste se extendió de tal manera que el Islam estaba en todos los hogares.
– El año siguiente doce de ellos vinieron y tomaron el Compromiso de `Aqabah, comprometiéndose a obedecer, dar apoyo financiero y ordenar lo que es correcto y prohibir lo que es incorrecto. También se comprometieron a hablar acerca de Allah sin tener temor del reproche, y a ayudar y proteger al Profeta r de la misma forma en la que ellos se protegerían a ellos mismos, sus esposas y sus hijos a cambio de obtener como recompensa el Paraíso. Luego de eso retornaron a Medina, acompañados por Ibn Umm Maktoum t y Mus`ab bin `Umair t para que enseñaran el Corán y llamaran a la gente al camino de Allah. A través de su da`wah muchas personas entraron al Islam, entre ellas Usaid ibn Hudhair y Sa`d ibn Mu`adh y.
– Luego el Profeta r le permitió a los musulmanes emigrar a Medina y ellos empezaron a hacerlo. Él r y su compañero Abu Bakr t los siguieron con posterioridad.
– El Profeta r estableció una hermandad entre los emigrantes y los auxiliadores de Medina. Eran 90 hombres en total.
– Ha sido confirmado que el Profeta r dijo: “El derecho de protección es el mismo para todos los musulmanes; desde el más humilde puede ofrecerlo”.[4]
También dijo: “Quien entre en un pacto no debe disolverlo hasta que éste expire o ellos lo violen primero”.[5]
– Dijo: “Quien dé seguridad a alguien y luego lo mate, yo soy inocente del asesino”.[6]
– Cuando los emisarios de Musailimah[7] se aproximaron a él, el Profeta r los oyó y luego dijo: “Si no fuera porque los emisarios no son matados, yo los haría mandado a ejecutar”.[8] Esa era su práctica: que los emisarios nunca debían ser matados.
– No detenía a un emisario si él escogía mantener su fe en lugar del Islam.
– Si algunos de sus enemigos entraban en un pacto con uno de sus compañeros sin su aprobación y éste no era perjudicial para los musulmanes, él lo admitía.
– El Profeta r hizo una tregua de paz de diez años con la tribu de Quraish, bajo la condición de que los musulmanes que vinieran a él de Quraish serían enviados de vuelta, mientras que nadie que lo abandonara para ir donde Quraish sería devuelto. Pero Allah canceló esta condición en el caso de las mujeres y ordenó que cuando ellas vinieran donde el Profeta r su fe debería ser examinada, y al ser confirmada su fe, ella no debía ser devuelta.
– Si una esposa no creyente escogía unirse a los no creyentes de Quraish, Allah le ordenaba a los musulmanes dar a aquellos cuyas esposas habían desertado el equivalente a lo que ellos habían gastado en el regalo prenupcial. Ellos debían exigirlo de los no creyentes dado que los no creyentes tenían un derecho similar cuando fuera que una mujer creyente se uniera a los musulmanes.
– El Profeta r no previno a Quraish de extraditar a ningún hombre que viniera a él, pero no les exigió a ellos volver ni les ordenó hacerlo. Pero cuando algunos de esos hombres mataron o tomaron la propiedad de los no creyentes luego de dejar al Profeta r y sin ir de vuelta a Medina, él ni lo desaprobaba ni garantizaba su seguridad.
– El Profeta r hizo un acuerdo con los Judíos de Jaibar luego de derrotarlos bajo la condición de que ellos se fueran del área. Les fue permitido tomar lo que fuera que sus monturas pudieran llevar.
– También llegó a acuerdo con ellos con relación a la tierra: que él tendría la mitad de sus cosechas, siempre y cuando ellos se quedaran con su permiso. Él r enviaba a alguien cada año para estimar el valor de lo sembrado y ver cuánto de ello era cosechado.
– Cuando el Profeta r retornó del pacto de Hudaibiiah, le escribió a los reyes cercanos y les envió emisarios. Se dirigió al Emperador de Bizancio con una carta y un emisario. Éste estaba inclinado al Islam y estuvo a punto de declarar su fe pero no lo hizo.
– El Profeta r envió una carta a Nayashi (el gobernante de Abisinia, Etiopía), quien abrazo secretamente el Islam.
– Envió a Abu Musa al-Ash`ari t y a Mu`adh ibn Yabal t a difundir el Islam al Yemen, en donde la población acogió el Islam por su propia voluntad sin que hubiera batallas.
– El Profeta r aceptó su demostración exterior de creencia, dejando sus intenciones internas para que sea Allah quien los juzgue. Él se opuso a ellos con argumentos convincentes. A veces, les hablaba fuertemente o usaba palabras elocuentes para llegar a sus conciencias.
– No ordenó jamás ejecutar a los hipócritas con el fin de mantener los corazones del pueblo en armonía. Cuando se le sugería que debía matarlos, él respondía: “No, porque la gente dirá que Muhámmad mata a sus compañeros”.