La Mística Islamita
El temor de Alláh y de su cólera o justicia, expresado repetidas veces en el Corán, fundamentaba ls ascesis del creyente. El conocimiento y aprecio divino de la intención moral, de los pensamientos y deseos íntimos, favorecía la oración mental y la fomentaba.
Inspiraba en buena parte en los ejemplos de la ascética y mística cristianas, en estos momentos se hallaba ya en pleno desarrollo en el mundo islámico una filosofía mística, el sufismo, que propagó entre los creyentes la “virtud de la
pobreza”, el culto de los santos, el ritual monástico
y el rosario. Representando un sensible progreso
Cortesia norma
en la espiritualidad islámica y en la relación ente el creyente y Alláh.
Muchas sectas islámicas se muestran contrarias a las prácticas sufies. La teodicea sunnita considera sospechosa la fidelidad del alma al “amor de Dios” pero los musticos islamitas han creado obras valiosas y merecen plena atención.
Transcurrido el primer siglo de la hégira, algunos creyentes islamitas, como Hasan al-Basri (m. 728) e Ibrahim ibn Adham (m.777) desearon procurarse una experiencia personal a las verdades religiosas, acercándose gradualmente a Alláh por medio de un ascetismo riguroso. La alabanza de la vida monástica contenida en una azora coránica. Les daba pie para ello. Como parece natural, el sufismo apareció primero en Siria y Egipto, países de arraizada tradición monástica. Peo no tuvo una organización precisa hasta nuestro siglo XX. Del cristianismo tomaron los primeros anacoretas islámicos: la meditación en soledad, las vigilias prolongadas y la recitación de letanías.
La Mística Persa.
Entre los primeros místicos persas destaca Al-Hallaj (858-922). Influido por la filosofía helénica y por las doctrinas gnósticas profeso creencias que rozaban el panteísmo; se le atribuye la frase: “Yo soy Dios” ejecutado por las autoridades de Bagdad, los sufies le consideraron mártir. Los matices de su pensamiento pueden verse en estas frases suyas: “La gente cumple el precepto de peregrinar (a la Meca); yo, en cambio peregrino hacia Aquel que había en mí. Ellos ofrecen victimas; yo, en cambio ofrezco mi alma y mi sangre. (Divan 51). “Tú, oh Alláh, eres quien inspira mi pasión: y no la oración. No se diga que es la oración la que se engarza en mi corazón. (Div. 18) “Tu puesto en mi corazón es todo mi corazón, y en tu puesto no hay espacio para cosa alguna creada. Mi espíritu te ha colocado entre mi piel y mis huesos. ¿Qué haría, pues si te perdiese?” (Div 35). “Tu espíritu se ha mezclado con el mío como el vino con el agua limpia “(Div 47).
“He reflexionado sobre las religiones esforzándome por llegar a la verdad y he hallado que ellas son un principio con muchas derivaciones. No debe pretenderse que el hombre tenga una sola religión, puesto que escale alejaría del principio cierto” (DIV 50).
El desapego de la vida terrena
Abu Said abul Jair (967-1019), creador de la poesía mística persa, predico en sus versos el desarraigo de la vida terrena, la vanidad de los conocimientos intelectuales y la devoción sincera:
“Si un firmamento hay en el mundo, si hay una luna y un sol,
Todos han bebido una copa del vino de tu ser.
Eres independiente del mundo, pero el mundo no es otro que Tú;
Estás fuera del espacio, y el espacio está lleno de ti.”
La vida humana es fugaz:
“Habrás gustado el gozo del mundo durante toda la vida;
Habrás gozado tranquilo con tu amiga durante toda tu vida;
Mas al término de tu vida deberás partir;
Y todo no habrá sido más que un sueño, que duro toda tu vida”
Muchas sectas islámicas se muestran contrarias a las prácticas sufies. La teodicea sunnita considera sospechosa la fidelidad del alma al “amor de Dios” pero los musticos islamitas han creado obras valiosas y merecen plena atención.
Transcurrido el primer siglo de la hégira, algunos creyentes islamitas, como Hasan al-Basri (m. 728) e Ibrahim ibn Adham (m.777) desearon procurarse una experiencia personal a las verdades religiosas, acercándose gradualmente a Alláh por medio de un ascetismo riguroso. La alabanza de la vida monástica contenida en una azora coránica. Les daba pie para ello. Como parece natural, el sufismo apareció primero en Siria y Egipto, países de arraizada tradición monástica. Peo no tuvo una organización precisa hasta nuestro siglo XX. Del cristianismo tomaron los primeros anacoretas islámicos: la meditación en soledad, las vigilias prolongadas y la recitación de letanías.
La Mística Persa.
Entre los primeros místicos persas destaca Al-Hallaj (858-922). Influido por la filosofía helénica y por las doctrinas gnósticas profeso creencias que rozaban el panteísmo; se le atribuye la frase: “Yo soy Dios” ejecutado por las autoridades de Bagdad, los sufies le consideraron mártir. Los matices de su pensamiento pueden verse en estas frases suyas: “La gente cumple el precepto de peregrinar (a la Meca); yo, en cambio peregrino hacia Aquel que había en mí. Ellos ofrecen victimas; yo, en cambio ofrezco mi alma y mi sangre. (Divan 51). “Tú, oh Alláh, eres quien inspira mi pasión: y no la oración. No se diga que es la oración la que se engarza en mi corazón. (Div. 18) “Tu puesto en mi corazón es todo mi corazón, y en tu puesto no hay espacio para cosa alguna creada. Mi espíritu te ha colocado entre mi piel y mis huesos. ¿Qué haría, pues si te perdiese?” (Div 35). “Tu espíritu se ha mezclado con el mío como el vino con el agua limpia “(Div 47).
“He reflexionado sobre las religiones esforzándome por llegar a la verdad y he hallado que ellas son un principio con muchas derivaciones. No debe pretenderse que el hombre tenga una sola religión, puesto que escale alejaría del principio cierto” (DIV 50).
El desapego de la vida terrena
Abu Said abul Jair (967-1019), creador de la poesía mística persa, predico en sus versos el desarraigo de la vida terrena, la vanidad de los conocimientos intelectuales y la devoción sincera:
“Si un firmamento hay en el mundo, si hay una luna y un sol,
Todos han bebido una copa del vino de tu ser.
Eres independiente del mundo, pero el mundo no es otro que Tú;
Estás fuera del espacio, y el espacio está lleno de ti.”
La vida humana es fugaz:
“Habrás gustado el gozo del mundo durante toda la vida;
Habrás gozado tranquilo con tu amiga durante toda tu vida;
Mas al término de tu vida deberás partir;
Y todo no habrá sido más que un sueño, que duro toda tu vida”