también los chiítas, enemigos declarados de los Jarichíes, lucharon en los primeros siglos del islamismo por la sucesión al califato. Pero estos, siendo partidarios de la candidatura de Alí por considerar que su suegro Mahoma le había designado para sucederle lo fueron luego de sus herederos directos. Los chiítas constituyeron un partido (chia) numeroso, provocando un cisma de amplia extensión y graves consecuencias introdujeron en el Islam la creencia en los imams o imanes, doctores de la religión, rechazan en el Islam la creencia en los imams o imanes, doctores de la religión. Rechazan la Sunna o tradición sunnita por creerla muy adulterada (y en consecuencia poco digna de fe). Se llaman a si mismos alidios o alelíes (partidarios de la justicia), y sostienen: la reencarnación parcial de la divinidad en sus personas, la reaparición y la metempsicosis y la sobre vivencia del imam chiíta.
Los chiítas se dividen a su vez en unas setenta sectas, que se anatematizan entre si. Niegan que el califato, en su calidad de vicariato del profeta, pueda ser objeto de elección por quedar exclusivamente vinculado al matrimonio de Fátima y Alí. Cada califa debe designar sucesor entre sus hijos, sucediéndose dentro de la familia. Todos los miembros de la misma, descendientes del primogénito de Alí, Asan, se consideran nobles; y los de su hermano menor, Husain señores.
Para ellos, Kerbelá y Nagiaf con la Meca son centros de peregrinación sagrada, por guardar los despojos de Hussain y Alí.
Las persecuciones de que fueron objeto por parte de los Omeyas y de los Abbasíes, les llevaron a profesar sus creencias en secreto (Katmán), disimulándolas cuando se hallaban entre adversarios. Les esta permitido en esos casos, hablar y actuar como si no fueran chiítas.